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  • Editorial

Ahora, el Deutsche Bank

Deutsche Bank
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Reuters

El efecto dominó del sistema bancario no se detiene. A la crisis desatada por el Silicon Valley Bank y otras entidades estadounidenses de tamaño medio, le siguió en Europa el rescate de Credit Suisse y ayer las dudas hundieron la cotización del Deutsche Bank, que lleva años dando muestras de vulnerabilidad, y del Commerzbank.

Las fuertes caídas que sufrieron las acciones de los bancos alemanes arrastraron a todo el sector europeo. Está claro que la sensibilidad de los inversores está a flor de piel. Más allá de los oportunos mensajes de los líderes del euro de que "el sector financiero es resiliente", las últimas turbulencias de los mercados deben servir de acicate para completar el andamiaje institucional de la unión bancaria y la unión del mercado de capitales, en especial el refuerzo del sistema de garantía de depósitos.

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha asegurado a los líderes de los países del euro que el castigo bursátil no está justificado. "El sector bancario de la zona del euro es resistente porque tiene posiciones sólidas de capital y liquidez", ha dicho en la cumbre mantenida este viernes. Lo cierto es que no hay en este momento razones que abonen la sospecha de que los bancos continentales padezcan desequilibrios fundamentales.

Desde la crisis de 2008, la banca europea está en general bien supervisada mediante controles estrictos, que no se han relajado, a diferencia de lo sucedido en Estados Unidos durante la presidencia de Trump. La media de los índices de solvencia está por encima de lo exigido por el regulador. No obstante, la experiencia demuestra que los terremotos financieros no necesitan grandes motivaciones objetivas, sino que les basta el miedo. Por ello, el BCE y los demás protagonistas deben seguir dando seguridades y anunciando las medidas oportunas para restablecer la confianza.

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