La brecha entre el campo y la ciudad también se hace visible en el ámbito de la salud aragonesa, como en la del resto de la española. En el caso concreto de nuestra Comunidad, la gran extensión territorial y la dispersión de la población, junto al relevante envejecimiento de los ciudadanos que viven en centenares de pueblos, generan un panorama muy complejo. Las perspectivas de futuro ya plantean un déficit generalizado de médicos, una oleada de jubilaciones para el próximo lustro y una falta de atracción para las nuevas generaciones de profesionales. A pesar de los planes que impulsa desde hace años el Ejecutivo autonómico, las soluciones actuales no son suficientes. Son imprescindibles nuevas medidas que fomenten el interés en trabajar en áreas poco pobladas.

El Servicio Aragonés de Salud elaboró en 2017 un listado de 29 centros de salud que consideraba de difícil cobertura, con la finalidad de ofrecer incentivos para atraer a médicos de familia y pediatras. Desde entonces se han incorporado otros 14. Además, la prórroga de la permanencia en el servicio activo de todos los facultativos del Salud hasta los 70 años de edad no ha evitado la escasez de profesionales. Un informe del Justicia de Aragón considera que el 56% de los puestos de médicos en los centros rurales ya son de difícil cobertura. En este contexto, es necesario activar nuevos mecanismos para hacer más atractiva la medicina rural.

La Consejería debe aplicar y calibrar la eficacia de medidas como reestructurar el mapa sanitario, reordenar el personal, estabilizar las plantillas, propiciar la docencia y la investigación, mejorar la retribución y compaginación de horarios, desarrollar la telemedicina o mejorar la educación en temas de salud. La prioridad es ahora revertir las inquietantes perspectivas de la sanidad en las zonas menos pobladas y garantizar la asistencia.