Gas para todas

Gas para todas
Gas para todas
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Les debía unas palabras. Prometí que escribiría sobre ellas, un grupo de estudiantes de Literatura Universal de Sabiñánigo que sueñan con la Filología, que quieren ser poetas, periodistas, cantantes. Leen, cuentan chistes, se repeinan en público y tocan el piano.

¿Se imaginan? Dedican el recreo del instituto a ensayar con su grupo de música. Conocen las iglesias del Serrablo mucho mejor que cualquiera y exhiben con soltura sus dotes comunicativas, su curiosidad, su confianza. Una, incluso, tiene la descabellada idea de matricularse en Humanidades. Con lo mal visto que está, con lo inútil que pinta, dicen. Pues muy bien; respira hondo; ni caso y adelante. Tan trabajadoras e inteligentes, tan afortunadas de haber nacido en ese pueblo, en este país. Tan libres. Les deseo eso, todo lo que quieran. Pienso en ellas, que brindaron conmigo, que persiguen un futuro próximo en las aulas universitarias, mientras las noticias cuentan los envenenamientos masivos en varias escuelas femeninas de Irán. A esas otras, allá, hoy las siento igual de cerca. Perpetraron el delito de querer formarse, de aspirar a ser mejores, de protestar. Cometieron el error de ser mujeres inquietas, pensaron por sí mismas, alzaron la voz y osaron colocarse mal el velo. Náuseas, palpitaciones y dificultad de movimiento son algunos de los síntomas que las llevan al hospital, intoxicadas durante diversos ataques en horario lectivo. Pero no podrán pararlas. Ya no lograrán detenernos. No quedan enemigos suficientes para tantas. No hay gas para todas.

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