Redactor de HERALDO DE ARAGÓN en la sección de Deportes

Atracción y maldad

foto de archivo de Antonio Anglés
Foto de archivo de Antonio Anglés
HA

Tenía un recuerdo vago de sus fechorías. Han pasado veinte años, es normal. El nombre de Alfredo Galán no me decía gran cosa, pero ‘el asesino de la baraja’ ya me removía más. 

RTVE Play ofrece una docuserie de tres capítulos sobre los crímenes de un asesino en serie que mantuvo en vilo a la Policía y la Guardia Civil durante siete meses en 2003. Sin motivación aparente y a plena luz del día, el homicida accedía a un bar o un portal, disparaba a su víctima a bocajarro y luego dejaba un enigmático naipe en el lugar de los hechos.

Es larga la tradición española de asesinos con apelativo, es decir, con un sobrenombre que identifica sus crímenes: el del rol, del zodiaco, de la ballesta, de la catana... No creo que se premie su creatividad, sino que así resulta más fácil para vender la historia.

Tampoco es corto el inventario de series –más o menos ficcionadas–, películas y documentales que han recogido estas tragedias. Acabo de ver en Movistar Plus los cuatro episodios de ‘El crimen de la Guardia Urbana’ y son de aúpa. ¿Qué resulta tan seductor de la crónica negra? ¿Es empatía con la víctima o puro morbo obsceno? ¿Por qué cada vez que surge una información de Antonio Anglés la audiencia se dispara?

Los delincuentes tienen cierto poder de atracción, pero también lo tienen los héroes que tratan de quitarlos de en medio. Se completa así una narrativa que funciona desde que el mundo es mundo. La antigüedad clásica está llena de matanzas, parricidios, cabezas en bandejas y puñaladas tras una cortina. Entonces no tenían un as de copas, pero iban sobrados de arsénico.

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