Por
  • Luisa Miñana

Poesía

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En la primavera de 2008, mientras Zaragoza se preparaba para el gran verano de la Expo, un grupo de locos creyentes en la poesía, pertenecientes además a la Asociación Aragonesa de Escritores, deliberaba y se afanaba por encontrar una manera de insertar la palabra y la acción poéticas en la vida cotidiana de la urbe. 

Hoy en día podríamos afirmar que las actividades relacionadas con la poesía proliferan habitualmente en centros cívicos, bares y cafés, bibliotecas y librerías, al menos para quienes estamos atentos a las agendas culturales. Pero por aquel tiempo, aunque claro que existían actos dedicados a autores y textos poéticos en el ámbito universitario e institucional, como había sido antes ‘Poesía en el campus’ y era por entonces ‘Los jueves, poesía’, al género le costaba traspasar esas fronteras. Este mes de marzo cumple quince años el ciclo ‘Poesía para perdidos’, pionero entre los existentes ahora en la ciudad, y lo recordaremos el día 17 en La Bóveda del Albergue, su sede desde hace algunos años tras la fructífera vida alcanzada en La Campana de los Perdidos, su escenario inicial, con los tres poetas que lo inauguraron aquella primavera: Octavio Gómez Milián, Manuel Forega y Fernando Sarría.

Sin duda, a la poesía el ritmo oral, la emoción atenta del público le dan realce corporal, como una caja de resonancia, porque la transmutan en algo compartido. Como cantó Cavafis, la poesía nos desvela el significado de todas nuestras Ítacas: poesía útil, como Ángel Guinda cantó.

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