Los disfraces de la verdad

Los disfraces de la verdad
Los disfraces de la verdad
Pixabay

De vez en cuando, la vida brinda una tregua por la que huir de la rutina de su túnel diario. Y puede uno refugiarse en territorios que guardaba para maridar la tranquilidad del tiempo de ocio y el disfrute. 

Así me adentré por ese ya viejo libro de compendio de artículos por el que desfilan ilustres autores que dejaron poso a lo largo sobre todo del siglo XX, pero cuya estela se conserva muchos años después.

Tiene la selección la virtud de reunir a un puñado de escritores y periodistas en un abanico de formas que conjugan la belleza con el espíritu crítico y una apasionante capacidad descriptiva. No en vano, la crónica de las primeras décadas del siglo pasado se convertía en el referente esencial de los aconteceres; la vía casi única para conocer los hechos, relevantes o no, del devenir cotidiano.

Me detengo en el relato que propone el nobel José Echegaray y en el poso de una reflexión que adquiere singular relieve en este tiempo de cruce de intereses sesgados, en la antesala de los inminentes procesos electorales: "La verdad desnuda, nadie la ha visto; siempre se nos presenta muy vestida y gracias que no se nos presente muy disfrazada".

Se aguanta con la paciencia que uno puede el derroche de desatinos por los que se conduce el discurrir político: intercambio de menosprecios alimentados por el interés particular, que se acrecienta conforme se acortan los tiempos de la cita con las urnas.

Pero al fin y al cabo esa muestra pública de falta de aprecio por la búsqueda de la verdad no es más que una manifestación del vivir de la misma sociedad. El recurso por la fórmula del relato –que da igual que coincida con la verdad- para revestir la realidad conforme al punto de vista particular. Y cobran así relieve las medias verdades y el fundamento de una propaganda que otorga relieve a lo subjetivo, sin ánimo alguno –antes al contrario- de reconocer las cosas como son.

Sobre este río revuelto de las verdades disfrazadas –consolidadas mentiras- alertaba ya hace más de un siglo el polifacético Echegaray. Convertidas hoy sin pudor en el registro de una forma de ser.

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