El artista cívico

Iñaki como le gustaba vivir: sobre el escenario.
Iñaki como le gustaba vivir: sobre el escenario.
Guillermo Mestre

Tras su repentina muerte en la noche del 11 al 12 de febrero, los medios de comunicación apreciaron del guitarrista y cantante Iñaki Fernández, referencia esencial de la escena musical aragonesa de las últimas cuatro décadas, su colaboración con muchas de sus figuras, su enorme talento y su magisterio.

Por mi parte, habiendo gozado del arte y de la amistad de Iñaki, que es a lo que uno se aferra en la pérdida definitiva, quiero añadir la maravillosa impresión que me produjo la despedida civil que le depararon su compañera, sus hijos y su entorno más cercano, abierta a quien quisiera participar, y seguro que sin menoscabo de un próximo concierto de homenaje.

El acto, un prodigioso equilibrio de deliberación y espontaneidad, fueron cuarenta minutos de recuerdos, desgarro, lirismo, música, humor, gratitud y tributo, en una gran Sala 1 del cementerio de Torrero, que se vio emocionada y respetuosamente desbordada de gente.

Creo que lo que allí sucedió fue una manifestación del espíritu de su protagonista, no solo por la huella que él ha dejado en quienes participamos, sino también porque la ceremonia representó a la perfección, en forma y contenido, a un hombre gentil hasta la minucia, de profunda elegancia, que vivió, dejó vivir y ayudó a vivir.

Por eso, me parece oportuno resaltar que, acompañando a Labordeta, Carbonell y a tantos otros, o reinterpretando a los Beatles con sus ‘Green Apples’, en el escenario y fuera de él, Iñaki Fernández, artista con conciencia social, logró ser una de esas personas cívicas en las que se asientan las sociedades democráticas.

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