Por
  • María Pilar Clau Laborda

Treinta segundos

Treinta segundos
Treinta segundos
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Solo voy a quitarte treinta segundos”. Con esta amenaza te asaltan en la calle hombres y mujeres equipados con acreditación y carpeta en el pecho. ¡Cuidado! Abundan, por ejemplo, en la calle Alfonso o en la Plaza España de Zaragoza. 

Veo su intención de embestirme y trato de apartarme o de hacer algún gesto disuasorio: que vean que no soy una víctima fácil. Pero si voy acompañada o absorta en mis pensamientos no preveo su aparición y el atraco es inevitable: “¡treinta segundos!” y ya me han quitado diez. ¡No! No quiero que me roben tiempo. El tiempo es vida y yo elijo en cada instante cómo quiero vivirla: si quiero o no detenerme en la calle, interrumpir o no mis pensamientos o mi conversación. La vida es un eje de dos coordenadas: tiempo y elecciones. Para cada elección hay un tiempo que muchas veces desconocemos y otras sabemos que es escaso y muy preciso. Y es este eje el que determina nuestro proceder, nuestras relaciones, nuestro disfrute, nuestra calidad intelectual, nuestra salud... ¡y nuestra supervivencia!

El tiempo de cada día es limitado, y ¡qué decir de la duración de la vida! El dominio de la pausa y el tiempo lo es casi todo: dilatarlo, agilizarlo...; sin embargo, protegemos nuestro dinero, que se puede guardar y recuperar, y descuidamos nuestro tiempo, finito, irrecuperable, irremplazable. Si nos asaltaran en la calle con la advertencia: ¡Solo voy a quitarte treinta euros!, echaríamos a correr y pediríamos auxilio. No obstante, podemos recuperar después esos treinta euros, y los treinta segundos, nunca. El tiempo no es oro, no es sólo dinero; es mucho más: ¡Es vida! Es nuestra vida personal.

¡Ah! Por eso lo relegamos, por su carácter personal. Nos es más fácil abrir nuestra generosidad a lo social y a lo moral que a lo personal. Puesta nuestra atención en el exterior, desatendemos lo propio, lo inmediato y lo momentáneo de la vida; nos desatendemos a nosotros mismos y olvidamos que existe una correspondencia axiomática entre lo personal y lo social. Si queremos hacer algo por la sociedad debemos empezar por nosotros, por conquistar nuestro tiempo.

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