Por
  • Carlos Coscollar

El odio y la discriminación matan

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El odio y la discriminación matan
Heraldo

El odio, la intolerancia y la discriminación matan" es la transcripción literal de una afirmación incluida en un monográfico de ‘The Lancet’ dedicado a "raza, etnicidad y equidad". Tanto el editorial como la mayor parte del monográfico mantienen un tono firme y cuasi activista de denuncia, reclamando medidas para corregir la situación.

"El racismo es una emergencia de salud pública, una preocupación mundial". Desde que en 2020 estas palabras fueron escritas en la misma revista, se dispone de más información y se "ha avanzado en el reconocimiento mundial del racismo, la xenofobia y la discriminación en la sociedad, sus raíces, sus consecuencias y su reparación".

Es preciso dejar atrás una visión simplificada de la enfermedad que afirma como cierto lo que tan solo tiene la apariencia de serlo, o tan solo lo es en una cierta medida. La ‘causa’ de las enfermedades es un complejo entramado de determinantes y circunstancias que participan con diferente grado de responsabilidad en su génesis. Haciendo uso de una expresión que ha hecho fortuna, es necesaria una mirada que explore "las causas de las causas". Pondré un ejemplo: el consumo de tabaco es un hábito relacionado con enfermedad y mortalidad prematura. Podríamos concluir aquí, sellando una verdad avalada por la apariencia y sancionada por el uso: el tabaco es la causa. Sin embargo, la observación de un gradiente social en el consumo de tabaco (mayores tasas en los niveles socioeconómicos más bajos) introduce una variable previa al consumo, que influye en el modo en el que se distribuye la adquisición del hábito. No se trata de ignorar la responsabilidad individual, sino de analizar la situación desde una posición realista y que evite la discriminación basada en razones ajenas y moduladoras del mérito, del esfuerzo y de la decisión individual.

Desde esta perspectiva se entiende el contenido y el tono de ‘The Lancet’, relacionando una ‘causa de las causas’, el racismo y la discriminación, con el riesgo de enfermar y, en última instancia, morir. Se comentan varios estudios que no pueden dejar indiferente a nadie. En Estados Unidos la muerte neonatal y fetal es el doble en mujeres negras y triple en las hispanas, en comparación con las mujeres blancas. En Brasil, la urbanización y la deforestación del territorio de los pueblos indígenas se asoció a mayor obesidad e hipertensión arterial. En Australia se ha descrito que hasta el 50% de los casos de ansiedad de nivel alto o muy alto están relacionados con problemas de discriminación interpersonal. En Filadelfia se observan diferencias de 20 y 13 años de esperanza de vida, para los hombres y las mujeres, al comparar los vecindarios con predominio de ciudadanos negros con los blancos. En el Reino Unido, las mujeres y los hombres originarios de Bangladés tenían 4 y 5 veces más probabilidades de morir por covid que la población británica blanca. El acceso a las vacunas covid ha sido otro ejemplo de discriminación transnacional arraigada.

Una parte de estos problemas se debe a una errónea (e interesada) utilización de la raza como descriptor de variaciones biológicas que producen diferencias significativas. Es decir, como si el color negro de la piel fuera el señuelo de otras variaciones biológicas ocultas. La evidencia disponible desacredita esta visión. La raza es una construcción social y cultural que favorece las desigualdades, también en salud. Se trata de un eje más de desigualdad que se añade a otros como edad, sexo, nivel socioeconómico, estatus migratorio, etc., amplificando la discriminación y generando grupos o personas que son vistos como intrínsecamente menos valiosos, menos merecedores de cuidados.

El racismo, la xenofobia y la discriminación forman parte de toda la sociedad, tienen naturaleza estructural. No es, por tanto, un problema con repercusiones en el ámbito exclusivamente sanitario. Hay argumentos que justifican dejar de considerar la raza y el origen étnico como factores de riesgo estáticos y no modificables. Por eso es un reto para los profesionales de la salud y para los servicios públicos aprovechar cualquier interacción con un paciente de origen minoritario para intentar corregir la inicua y evitable asociación entre raza, etnia y mala salud.

Comprender y desafiar el racismo, la xenofobia, la discriminación y la violencia estructural que han causado, denunciando a quien los justifica, junto con la incorporación al debate de los grupos y minorías afectadas, es fundamental para la salud pública y para la promoción de la equidad social.

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