Con el sello de lo imprevisto

Con el sello de lo imprevisto
Con el sello de lo imprevisto
Pixabay

Recorre uno atolondrado el camino de la vida inmerso en su inmensa pequeñez, disfrutando de la endeblez de su ombligo, entregado a las pírricas miras de su pequeño entorno. Y se desgastan los días en la comodidad confortable de lo previsible, de aquello de lo que guardo la llave para controlar.

La ruta, asfaltada y de perfiles suaves, ofrece pequeños puertos, de esfuerzos moderados, y desniveles más o menos asumibles; y conjuga la comodidad del viento a favor con otras fases en las que el aire de cara, más o menos fuerte, obliga refugiarse y buscar el rebufo amable de los cercanos para soportar alguna contrariedad. Circunstancias que obligan a reconducirse, a reinventarse y perfilar el carácter, modelado a base de acumular experiencias. Ese tiempo en el que la margarita suele deshojar el aprecio de las amistades verdaderas.

Y así, a veces a velocidad de crucero y otras a trompicones, uno va desgastando las jornadas al aire de las sorpresas de esa caja de bombones con la que la genialidad de Forrest Gump describía la vida. Hasta que, en la aparente normalidad de un día cualquiera, sin cita previa, un batacazo se encara con crudeza singular en la monotonía del devenir para revolverte, girar las inquietudes y las previsiones, y desordenar por completo el sentido de las ocupaciones.

La cabeza, desorientada, apenas si se ocupa de intentar encontrar sentido al nuevo escenario. El corazón se encuentra anudado al temor, al desconcierto ante lo desconocido, y el alma echa el ancla en lo que siempre ha sabido que merece la pena, en lo que nunca falla. Ni fallará. Y levanta uno el telón a esa nueva andadura repleta de dudas y allanada por la grandeza enorme de quienes no están dispuestos a separarse, que se acomodan al lado, sin molestar. De profesionales admirables, transmisores de confianza y de paz; y de asiento en la percepción de lo que tiene sello de prioridad.

Golpes en la vida que agitan el ánimo y ayudan a despojarlo de lo banal. Para de nuevo agarrarse a los valores que sostienen lo esencial, las marcas que ayudan a discernir la ruta por la que merece la pena conducirse.

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