Casetas es un nido

Restos de excrementos de ave en la calle Manuel Ángel Ferrer, muy cerca del parque Miguel Servet
Casetas es un nido
J. S.

Las manías te complican el disfrute. A mí me gustan mucho las canciones de Pedro Pastor. Sin embargo, su tendencia a ir descalzo en los conciertos y por la vida me genera un rechazo inexplicable. Quiero decir: yo no le he preguntado por qué va descalzo, si por conectar con la tierra o por recomendación del podólogo, pero sí le leí en una entrevista que "la desnudez contribuye a deshacernos de nuestros traumas", y me da que la descalcez le va más por lo filosofo-político que por hongos. 

Eso me fuerza a convivir con sus magníficas canciones desde la oscuridad individualista de mi casa o auriculares, convencido de que no le podré ver en directo para ahorrarme esa conexión Tierra-pie al estilo fase de un cable, que me impediría escuchar temas tan bonitos como ‘Florecer’, ‘Verde selva’ o ‘Mi anarquía’.

Andaba pensando en ello mientras iba a visitar a mi tía Mariví, que vive cerca de la calle Valencia de Casetas, la cual es recomendable recorrer hacia el campo de fútbol cuando está atardeciendo porque el sol parece engullir como una amenaza hermosa el territorio llano y arbolado que rodea al barrio. El caso es que iba yo calculando cómo sería la vida sin calzado, deduciendo el límite de duricia o callosidad que podría adquirir mi planta del pie para caminar sobre tierra, asfalto o roca sin pedir clemencia. Y será porque a su vez andaba buscando la puesta de sol, que en la esquina de la citada calle Valencia con la travesía de la autovía de Logroño empecé a oír un sonido a cada uno de mis pasos, como si caminara sobre palomitas o ‘snacks’ fritos. Una sensación curiosa hasta que miré al suelo y vi que ese ‘mullidito’ sonoro era excremento de pájaro. La acumulación era tal, que entendí que había restos de varias generaciones; aves ya ni empadronadas. Después me enteré que esa esquina no era la única y que zonas del barrio como el parque Ricardo Mur, la Alameda o la calle que va al cementerio están habitualmente en una situación similar; incluidos olores desagradables. Y claro, yo que andaba preguntándome justo en ese momento si no sería mío el error de no andar por la vida a pie alegre, recordé que para elegir en libertad primero hay que tener los medios. Un barrio limpio, por ejemplo, donde desollarme los pies a gusto contra un suelo digno de los vecinos de Casetas y Zaragoza.

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