Por
  • Aurelio Viñas Escuer

El auge de la inteligencia artificial

Inteligencia artificial.
El auge de la inteligencia artificial
Pixabay

Los avatares de la inteligencia han transcurrido de forma ininterrumpida desde la aparición de los seres humanos sobre la Tierra. 

Los animales que los precedieron, algunos semejantes a los de ahora, entre ellos el chimpancé, por ser el animal más parecido al hombre, ya empezaron a mostrar unos instintos que fueron, y siguen siendo, una rememoración de la inteligencia. Pero no podían ni pueden incluirse entre los poseedores de ella por carecer del lenguaje necesario para establecer percepciones sensoriales y asociar conceptos. Por eso al juzgar a algunos animales, como pueden ser perros y gatos muy familiares, suele decirse: ‘No les falta más que hablar’.

Y es que la inteligencia, sea grande o reducida, es privativa de los seres humanos; proporcionándonos la capacidad necesaria para ordenar y exponer el proceso de experimentación entre la práctica y el conocimiento. Y, contra lo que pueda parecer, han pasado muchos siglos sin experimentar cambios importantes. Siempre ha habido personas muy inteligentes y otras que lo eran mucho menos. De estas últimas se decía simplemente que rayaban en la ignorancia.

Este tema de la inteligencia se viene debatiendo desde los albores de la antigüedad. Así, el gran filósofo griego Aristóteles (años 384-322 a. C.) escribió: "La inteligencia consiste no solo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica". Y el filósofo francés Taine, en el libro titulado ‘De la inteligencia’, publicado en el año 1870, desarrolla sus teorías sensacionalistas acerca de la inteligencia, en las que ya hay esbozos de todo lo que puede llegar a ser.

Va pasando el tiempo y en el año 1905 otro filósofo francés, Alfred Binet, junto a su amigo el doctor Simon, presenta los primeros test psicométricos para determinar el nivel mental de los niños, de acuerdo con cuestiones realizadas por muestreo, una verdadera lección de psicología aplicada. De los niños se pasa a los mayores, llegando a plantearse la cuestión un poco enrevesada de si las máquinas llegarán a ser capaces de pensar, emulando los procesos propios de la inteligencia humana. Esto se conoce como el ‘test de Turing’, por ser Alan Turing el promotor de tales lucubraciones. Y fue John McCarthy el primero en utilizar la expresión ‘inteligencia artificial’, en la conferencia de Dartmouth en 1956.

Para bien o para mal, desde hace una temporada el concepto de inteligencia artificial (IA) se está imponiendo y aparece continuamente en todas las publicaciones, lo mismo que ocurrió en otros momentos con internet y con la telefonía móvil. La IA puede ser positiva porque nos permitirá ahorrar tiempo y esfuerzos en la ejecución de algunas tareas intelectuales largas y aburridas, detectar fallos y aportar seguridad a temas tan importantes como la medicina, aunar sensibilidades en los planteamientos industriales, incluso fomentar la creatividad histórica y literaria al ser capaz de analizar muchas cantidades de datos con plena certeza y mucha celeridad.

Pero la IA también puede tener facetas negativas, pues en estas cuestiones se entremete siempre la economía, que no olvidemos trata de eliminar puestos de trabajo, no mandando gente al paro, pero imposibilitando salir de él. Ya se habla de que, sobre todo África, va a ser un banco de pruebas entre las personas y los robots. A este respecto conviene recordar que en Kinshasa, la capital de Zaire, se instalaron hace ya diez años guardias de tráfico robóticos y la gente les hacía más caso que a los policías humanos.

Un aviso para todo el planeta.

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