No soy romántica

No soy romántica
No soy romántica
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Fuimos a Tudela con la excusa de comprar alcachofas por docenas (con sus tallos y esquejes), que es uno de esos caprichos que Antoine nunca me niega. También quería ver la casa en la que viví unos meses en 1991, en la calle Trinquete, cerca de la plaza de Los Fueros y tomar un vermú en ‘El diamante’, tal como yo recordaba. 

Pensé en unas palabras de Manuel Vilas a propósito de su novela ‘Nosotros’: "Lo maravilloso es llegar a viejo para celebrar la juventud". Todos mis deseos se cumplieron y luego me sentí un poco egoísta. Para compensar le propuse a Antoine visitar el Bocal del Canal Imperial, que yo había conocido hace muchos años y suponía que sería de su agrado. Aparcamos el coche a la sombra para que no sufrieran mis alcachofas prodigiosas. Dimos un gran paseo por las presas, las esclusas, los alrededores del palacio de Carlos V, su laberinto vegetal, y hasta la Casa de Compuertas donde hay un cartel que dice ‘Nacimiento Canal Imperial’. La foto de ese cartel se la envié a mi hijastra que, cuando era niña, decía "mira, papá, el río Canal". De vuelta hacia el aparcamiento el cierzo nos empujaba suavemente. Aún nos entretuvimos un rato recolectando piñas secas para nuestra estufa de leña.

No me considero nada romántica, pero en ciertos momentos o espacios, entre la naturaleza y la civilización, puedo ser romanticona, tal como se autodefine Manuel Vilas. De él ha dicho Antón Castro: "Lleva unos cuantos años dándole vueltas y vueltas al amor como sinónimo de búsqueda, de plenitud, de estado de iluminación". El día no podía ser más luminoso.

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