Agnosticismo digital

Un coche con GPS integrado.
Agnosticismo digital
HA

En esta sociedad del agnosticismo –tan necesitada de Dios– sorprende la convicción que nos generan las nuevas tecnologías, territorios insondables para muchos a los que se entrega una fe incondicional. 

He sido de esos a los que mi compañía reconducía por las carreteras a base de libros de mapas, de los que me fiaba a pies juntillas. Hasta que precisamente de su mano, parroquiana fiel del GPS, me introduje por los vericuetos –incomprensibles para mí– de la guía digital asistida. Al principio, con cierto vértigo; más tarde, abrazado a una seguridad algo irracional.

Hay quien me asegura que este refugio en la tecnología relaja la capacidad de atención, complica la orientación y atrofia la visión de las alternativas por las que conducirse. Y hay quien ni eso se plantea, agradecido a la ayuda, sin ocuparse demasiado por la ruta elegida.

Entregado a esa confianza, solicité hace unos días encaminar mis pasos hacia un pequeño pueblo de Teruel. La máquina inteligente no dudó en brindarme su itinerario y yo, en dejarme encaminar hacia mi destino. Disfruté de la belleza de ese trazado del Bajo Aragón y volví a dejarme impresionar por ese océano de espacio vacío, territorio inmenso de abandono, del que tanto nos gusta hablar y que dejamos a nuestro paso en la misma soledad en la que nos lo encontramos. Tierra acostumbrada a la dureza, a veces extrema, trabajada por quienes todavía se empeñan en acompañarla para mantenerla viva.

Me dejé llevar a esa localidad que, como los tesoros, hay que ir a rebuscarlos. Y empujado por mi timonel digital, me adentré por su arteria, que tenía forma de cuesta y enorme capacidad de estrecharse. Hasta que acabé atorado entre dos edificios, sin capacidad de moverme, con la compleja necesidad de deshacer marcha atrás el camino mal andado.

La destreza en la conducción de mi compañero y la agradecida voluntad de los vecinos, entrenados en resolver parecidos entuertos, nos recondujo a la vía correcta. Y ya de vuelta, acomodado en las señales de carretera y sin el apoyo de artilugios, veía resquebrajarse mi fe en las inteligencias artificiales. Ahora firmemente alineado en el agnosticismo digital.

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