Dos partidos a la deriva
Entre el colapso de Ciudadanos y el esperpento final del PAR, con su presidente echado a golpe de moción de censura, el centro político aragonés se desmorona en la antesala de las elecciones autonómicas y municipales.
El caso de Ciudadanos muestra cómo los electores huyen de proyectos sin objetivos claros ni estrategias adecuadas. Cuando Ciudadanos bajó la persiana en Cataluña, donde nació como dique ante el separatismo, para dar el salto a Madrid, en realidad firmó su autodestrucción.
En los próximos días se acumularán las salidas vergonzantes de aquellos que llegaron al calor de la soldada pública y que ahora reniegan de los recientes tiempos felices para abrazarse a otras formaciones consolidadas. Lo que siempre se llamó transfuguismo político, también en Aragón, camuflado en supuestos agravios y traiciones a no se sabe qué orígenes. En la política no se estila el luto y, a veces, tampoco se guardan las formas. El caso del PAR es diferente: la crónica de su desplome se fue escribiendo en cada legislatura, con signos evidentes de deterioro y falta de músculo. Divididos y desnortados desde hace demasiado tiempo, al PAR le ha sostenido su papel en las comarcas, su red clientelar y su constante presencia en los distintos gobiernos autonómicos de uno y otro signo. Los aragonesistas han pagado su querencia a los presidencialismos acentuados y han preferido sacudirse las cuitas que cuidar su legado. La crónica de la semana del PAR es la del despropósito de un partido convertido en un despojo. Pura antropofagia.