Director de HERALDO DE ARAGÓN

Sin salida pactada

Reunión de la ejecutiva del Partido Aragonés en la que se decidió la destitución de Arturo Aliaga
Reunión de la ejecutiva del Partido Aragonés en la que se decidió la destitución de Arturo Aliaga
Guillermo Mestre

No se quiso marchar y lo echaron. 

Desgastado políticamente, alejado de la oportunidad que le ofrecía la negociación de una salida pactada, Arturo Aliaga entendió que la resistencia dotaría de dignidad su cese como presidente del PAR. Un triste final para el presidente de un partido que no ha sabido leer cuándo y cómo debía acabar su ciclo político. Ha sido la difícil asunción, la negación llevada al extremo, de un descalabro que amenaza con arrastrar a todo un partido; el amargo producto de unas decisiones equivocadas que pasan al manual de la política aragonesa como ejemplo de lo que no debería ocurrir.

No es Aliaga el único responsable de este penúltimo acto que azarosamente ha sido amasado durante meses por demasiadas personas, pero sí el que ha decidido cómo quería que fuera su epílogo. Se buscó la negociación y se rechazó, creyendo que la presidencia del partido actuaría como blindaje para defenderse de un deterioro de difícil recomposición.

Todo termina peor de lo que comenzó, aunque el capricho ha querido que este final guarde una fuerte similitud con aquella propuesta de los críticos -hoy en otra formación- que situaba a Aliaga fuera de la presidencia del partido, sin concurrir a las elecciones como cabeza de cartel, aunque agotando la legislatura en el Gobierno. Este fue el pacto que los críticos quisieron alcanzar con los oficialistas con carácter previo a la celebración del congreso y así es como se ha cerrado el que parece el último capítulo de Aliaga al frente del PAR. Entre uno y otro momento ha transcurrido un intenso desgaste que ha confirmado un deterioro de las opciones electorales y una total pérdida del papel político de Aliaga.

En esta crisis, donde a ojos de la política aragonesa lo que se estaba dirimiendo no era tanto la estabilidad del PAR como la del Gobierno, Aliaga ha contado con el respaldo del presidente Lambán, aunque también con la creciente preocupación de los socialistas. Elemento clave en su posición de fuerza, su condición de vicepresidente le concedió a Aliaga las herramientas necesarias para castigar a los críticos y para mantenerse en el Pignatelli después de que el juez dejase claras las irregularidades registradas en el congreso. Aliaga seguirá como vicepresidente y consejero porque para Lambán resulta imposible sacarlo a escasos meses de las elecciones y porque, sencillamente, para la actual ejecutiva del PAR su vacante en la mesa del Consejo de Gobierno se convertiría en un problema aún mayor. Cabe preguntarse hasta dónde hubiese sido capaz de aguantar el PSOE si esta fractura hubiera aparecido en el arranque de la legislatura, aunque en este proceso ha quedado claro que Lambán ha defendido a Aliaga sabedor de que al hacerlo protegía al cuatripartito.

Pese a que no existe duda alguna de hacia dónde se dirigirán la presión y las críticas del PP en los próximos días (los socialistas también pueden encontrar argumentos en la descomposición de Ciudadanos en el Consistorio de Zaragoza), el PAR -o lo que queda- sabe que no tiene mejor alternativa que sostenerse al calor de Lambán. Los aragonesistas, que además de entrar en fase de autodestrucción convivirán con el absurdo de saber que la persona que disfruta del puesto político más relevante ya no es referente en el partido, saben que su crisis no finaliza con la salida de Aliaga. La pésima gestión de este proceso aún permanece a la espera de que los tribunales escriban algún nuevo capítulo.

miturbe@heraldo.es

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