Carlos Saura ha sido un prodigio de vitalidad en su vejez. 

Aunque lo mejor de su producción, que incluye algunos de los títulos ineludibles en cualquier historia del cine español (‘La caza’, ‘Cría cuervos’, ‘La prima Angélica’, ‘Deprisa, deprisa’), lo filmó hace bastantes décadas, ha seguido trabajando hasta el final, inmerso en un proyecto tras otro en los que ha ido dando forma y expresión a sus muchos intereses culturales, sobre todo con los documentales de tema musical. Mientras terminaba de pulir su autobiografía, comenzó este 2023 estrenando una obra de teatro sobre Lorca protagonizada por India Martínez y llegó a las salas el pasado día 3 su última película, ‘Las paredes hablan’, que trata de la pintura mural, desde la prehistoria al grafiti.

Con 91 años, ahora le ha fallado la salud, «lo más importante», según consideraba hace apenas unas semanas, y no pudo participar en la promoción de este filme. Tampoco podrá ir mañana a la gala de los Goya en Sevilla. Pero la evocación de la figura del cineasta, segundo hijo de una familia de Huesca que mucho ha dado a la cultura desde mediados del siglo pasado, va a garantizar la emoción en la fiesta que celebran sus colegas de profesión, quienes reconocen el valor de su trayectoria concediéndole el premio de honor (solo tiene otras dos estatuillas, ambas por ‘¡Ay, Carmela!’, de 1990). Se lleve quien se lleve los demás Goyas de 2023 (y hay unos cuantos aragoneses en liza), la de este sábado será recordada como la noche de Saura.