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El que asó la manteca

Paso del tren, ayer por la parte, por el túnel que se va a mejorar, limitado a 20 km/h.
Paso de un tren por un túnel
Rafael Gobantes

Un hombre llega a las instalaciones de la Jefatura Provincial de Tráfico al volante de un vehículo. Nada fuera de lo habitual si no se tratara de uno de los alumnos que se presentan a la prueba para obtener el carné de conducir. Sin despeinarse. Ocurrió el pasado día 1 en Zaragoza, pero no se trata de un hecho aislado: hace apenas tres meses, otro ciudadano acudió a examinarse del permiso de conducción de la clase B al volante de un coche en Huesca. La picaresca es cada vez más burda. Como se decía antaño, eso no se le ocurre ni al que asó la manteca.

Cuenta la leyenda que el ancho de vía español, aprobado a mediados del siglo XIX, se hizo mayor que en el resto de Europa por una visión estratégica: el recuerdo de la todavía reciente Invasión Francesa y de la Guerra de la Independencia hacía preciso tomar medidas para evitar una nueva invasión de potenciales ejércitos extranjeros. Sin embargo, hay expertos que han analizado el tema y concluyen que la decisión de que el ancho de vía ibérico fuese mayor (1,67 metros) que el del resto de Europa (1,44 metros) la tomó una comisión de ingenieros de caminos con el objetivo de facilitar el paso de las locomotoras más potentes y veloces. Este argumento encaja con una obviedad: de querer impedir la entrada de invasores por ferrocarril, hubieran establecido un paso más estrecho que el usado por el potencial enemigo. Más que nada para no dar facilidades.

Tal vez sea este el espíritu que ha guiado a los lumbreras que, en una vuelta de tuerca a la antología del disparate, dieron vía libre a trenes que no caben por los túneles en Cantabria y otras zonas de España. Eso tampoco se le ocurre al que asó la manteca. 

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