Por el sol

El sol ha dominado la jornada de este lunes en Zaragoza, como se ve en la plaza de Salamero.
Por el sol
Guillermo Mestre

Salgo con mi madre a tomar algo. No le interesa tomar el sol o el aire, ni la vitamina D, solo accede a salir tratándose de un bar de tapas. A veces me enfado un poco porque, como quien no quiere la cosa, suele salirse con la suya y no escucha mis consejos dietéticos.

Nunca he soportado que a los ancianos se les trate como a niños y por eso, cuando me oigo reprender a mi madre por no comerse mis suculentos guisos, no me reconozco. 

En esos momentos soy consciente de que nada hay más alejado de la infancia que una persona que ha vivido noventa años y no tiene por qué aguantar ciertos ‘tonillos’ despojadores de dignidad. A su edad, hay que complacerla, suele decir mi amigo Cuchi cuando me pregunta por ella.

El día es frío y soleado. Llevamos guantes, ella negros y yo rojos. Stendhal nunca aclaró el significado del título de su célebre novela ‘Rojo y negro’. Entrelazamos nuestros dedos y veo las casillas de una ruleta. Todo al rojo, todo al negro, tenemos todas las de ganar. Vamos por la calle Mayor, paramos a saludar a una vecina y hacemos un poco de tertulia. Mientras hablamos procuro que nos de un poco el sol en la cara, por la vitamina D que tanto me preocupa. Preocuparse por nimiedades es una especie de estrategia para desviar la atención de cosas verdaderamente importantes e incordiantes.

Tenemos que hacer tiempo pues el sitio que a ella más le gusta no abre hasta la una. El bar aún está frío cuando llegamos. Mi madre se come las berenjenas que tanto le gustan y yo me bebo su cerveza y la mía. Regresamos por la acera del sol.

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