Hipotecas

La inflación es mala compañera de viaje. Aparece de repente por causas diversas y en los primeros momentos puede que no se le dé mucha importancia. Pero si llega a enquistarse cada vez se hace más difícil de dominar, porque enseguida aparecen los conflictos distributivos, los intereses encontrados y se acaba perdiendo la noción de cuándo y por qué empezó todo. 

Ese es el riesgo en el que estamos. Los precios empezaron a subir a finales de 2021, por problemas de suministros y encarecimiento de los transportes, relacionados con la pandemia y la concentración de la producción industrial en Asia. La situación se agravó tras la invasión de Ucrania por Rusia, con la escasez de productos energéticos y alimenticios. Objetivamente, para los países importadores, significaba un empobrecimiento y eso nunca es fácil de repartir.

Por eso, el último remedio consiste en recurrir al endurecimiento de la política monetaria, una solución drástica y dolorosa a la que ya no estábamos acostumbrados. Es más, tras años de política laxa pocos contaban con que los tipos de interés pudieran subir intensa y repentinamente, motivo por el cual las hipotecas a tipo variable parecían carecer de riesgo. Así, los hipotecados se han convertido en nuevas víctimas de la inflación, como los países endeudados, por cierto. Pero no hay atajos. La solución definitiva consiste en acabar cuanto antes con la inflación, sin ocurrencias.