Redactor de la sección de Cultura y columnista en HERALDO DE ARAGÓN

Ci vediamo, mascarillas

Las mascarillas han sido el signo más evidente de la pandemia.
Las mascarillas han sido el signo más evidente de la pandemia.
Guillermo Mestre

En los últimos días se viene hablando mucho de Benidorm, por los circuitos de termalismo del Imserso y ese festival redivivo que manda gente a Eurovisión; también de cine, ya que estamos en plena temporada de premios. 

La Champions de fútbol regresa en nada con enfrentamientos de octavos de final, y habrá dos eliminados de esta ronda entre PSG, Bayern de Múnich, Liverpool y Real Madrid, único representante de la liga española. 

Sin embargo, hay otro acontecimiento inminente, de mañana mismo, que se comenta aún más; el fin de la obligatoriedad de las mascarillas en el transporte público. Ese adminículo quirúrgico que era eficaz para no contagiar durante apenas cuatro horas (¿se acuerdan?) y que en los últimos meses, pese a los aumentos puntuales de infecciones con las nuevas subvariantes, podía pasar perfectamente una semana en el bolsillo del abrigo para que un taxi o autobús no pillase a nadie ‘in albis’. No seré yo quien cuestione la procedencia de su uso en espacios cerrados (en la calle, fuera del lógico terror inicial, era una ridiculez) durante los días más duros de la pandemia, y en centros sanitarios, pero lo del último semestre tenía ya cara de esperpento. No obstante, sigue chirriándome el uso de expresiones como "nos encerraron" en referencia al confinamiento primaveral de 2020, o "nos engañan" en lo tocante a las vacunas; el planeta entero reaccionó como pudo a una situación sin precedentes para la actual hornada de seres vivos. Se salvó a muchos con esas molestas restricciones temporales; ahora toca volver al escenario habitual en el que, efectivamente, unos cuantos deciden la suerte de todos con sutileza, denuedo y rédito para sus bolsillos. Vivamos, pues.

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