Un buen comienzo que luego se torció

Jorge Azcón y Javier Lambán, reunidos el 9 de septiembre de 2019.
Jorge Azcón y Javier Lambán, reunidos el 9 de septiembre de 2019.
Oliver Duch

Cuando el 9 de septiembre de 2019, poco después de tomar posesión de sus cargos, se reunieron el presidente de Aragón, Javier Lambán, y el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, parecía que la relación entre las instituciones que representan iba a ser cordial y fructífera.

 En concreto, se abrió la posibilidad de que ambos trabajasen juntos para dotar a la capital aragonesa de un nuevo campo de fútbol. «El Ayuntamiento quiere favorecer la construcción de un campo de fútbol nuevo, por lo que he manifestado que el Gobierno de Aragón se va a sentir concernido y va a estar dispuesto a hablar», dijo Lambán; «es una magnífica noticia que el Gobierno de Aragón se sienta concernido», dijo Azcón. Nada sólido, claro, pero un buen comienzo. Sin embargo, a la hora de la verdad las cosas se han ido torciendo y lo que iba a ser franca colaboración se ha convertido en un rosario de enfrentamientos. Una pena, porque la ciudad hubiera salido ganando si las dos instituciones hubieran sabido superar sus desacuerdos. Y es difícil no pensar que lo que ha fallado en el fondo ha sido la voluntad de entenderse. Porque una vez que Azcón, convertido en presidente del PP regional y luego en candidato a la DGA, pasó a ser principal y directo adversario de Lambán, y viceversa, la tentación de aplicar la máxima de que ‘al enemigo, ni agua’ era demasiado grande. Así que se han dedicado a poner trabas cada uno a los proyectos del otro, y en consecuencia el plan de la Romareda no cuenta con el grado de acuerdo que debería tener. Un mal final para una legislatura que, en este aspecto, había comenzado en apariencia con un clima favorable.

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