Por
  • Alberto Jiménez Schuhmacher

Investigar contra el cáncer, ¡funciona!

Investigar contra el cáncer, ¡funciona!
Investigar contra el cáncer, ¡funciona!
Pixabay

El cáncer son más de cuatrocientas enfermedades diferentes. Del mismo modo que diferenciamos entre covid-19, viruela del mono, gripe o sarampión y son todas enfermedades víricas, al cáncer debemos ponerle nombre y apellidos. No es lo mismo un cáncer testicular con metástasis cerebrales como el que tuvo Lance Armstrong, que pudo curarse y ganar siete Tours aunque fuera dopado, que un tumor cerebral como el glioblastoma que padeció Seve Ballesteros. 

Incluso dentro de los tumores originados en un mismo órgano, como pueden ser los de mama, no son iguales uno basal, que luminal, que triple negativo, etc. Diferentes tipos, diferentes tratamientos, diferentes resultados.

Desde hace unos años vivimos, percibimos, sentimos en los laboratorios que hemos llegado a un punto de inflexión en la investigación oncológica. Tras muchas décadas por fin se ha acumulado el conocimiento necesario y se han desarrollado tecnologías que nos permiten ganar algunas batallas.

Hoy sabemos que, en esencia, los cánceres son enfermedades de nuestros genes. Se estropean con el tiempo. Por vivir y por interaccionar con el entorno. Un entorno a veces tóxico como el tabaco, el alcohol o las radiaciones solares. El cáncer es una enfermedad de los genes, pero poder leer todos los genes de una persona no pudo realizarse hasta el año 2001. Descifrar el primer genoma llevó más de quince años y costó más de tres mil millones de dólares. Años más tarde arrancó el Consorcio Internacional del Genoma del Cáncer creado con el objetivo de secuenciar los genomas de quinientos pacientes de los cincuenta tipos de cáncer más frecuentes. El consorcio español, liderado por los aragoneses Carlos López Otín y Elías Campo, se encargó de la leucemia linfática crónica. Tras varios años y muchos millones de euros se presentaron las conclusiones en 2018. España pudo sacar pecho, fuimos pioneros, lo hicimos muy bien y va a impactar en la vida de muchas personas.

Los avances realizados durante la última década en la investigación sobre el cáncer están mejorando ya los tratamientos para este conjunto de enfermedades

Ahora podemos leer un genoma en una noche, por unos pocos cientos de euros. La tecnología ha avanzado tanto que podemos leer el genoma de un tumor célula a célula. Incluso podemos leer el ADN de un tumor en la sangre y diagnosticarlo, lo conocemos como biopsia líquida.

Si pensamos que la investigación de hoy es la medicina de mañana, la medicina de hoy pertenece en gran parte a la investigación de otro tiempo, antes del genoma. El futuro es ilusionante. Los avances de la última década están impactando profundamente a todos los niveles. Desde la prevención, la detección o el diagnóstico hasta los tratamientos, ofreciendo nuevos abordajes terapéuticos que no podíamos imaginar hace unos años. Comenzamos a entender por qué dos tumores que son muy parecidos al microscopio pueden responder de forma tan diferente al mismo tratamiento.

La investigación sigue armándonos de medicamentos frente a dianas concretas cumpliendo la promesa de la medicina de precisión: darle a cada paciente fármacos específicos en función de las alteraciones moleculares que presenta su tumor. Una nueva revolución ha venido en forma de ‘fármacos inmunoconjugados’ que transportan quimioterapias muy tóxicas de forma muy específica a los tumores empleando anticuerpos, reduciendo la toxicidad y aumentando su eficacia. Las inmunoterapias siguen avanzando. Un nuevo inhibidor podría servir, potencialmente, para tratar muchos tumores que tengan un biomarcador específico. Se ha aprobado por primera vez un anticuerpo biespecífico, es decir, que puede pegarse a dos dianas a la vez y las células CAR-T siguen dando alegrías. Llaman a la puerta la edición genética CRISPR, la inteligencia artificial, los virus oncolíticos, los degradadores moleculares…

Se producen muchos avances paulatinamente, pero sin pausa. Estos avances deben llegar lo más rápido posible a los pacientes acelerando la llegada a la clínica de los fármacos aprobados. Debemos comprometernos más con nuestra salud, recuperar la participación en los cribados de cáncer que se vieron impactados por la pandemia y apostar por un plan de investigación en cáncer. O invertimos ahora o lo pagaremos después. Investigar ¡funciona!

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