Por
  • Ana Alcolea

¿Héroes?

¿Héroes?
¿Héroes?
Pixabay

A veces en mis encuentros con niños y con jóvenes, me preguntan: "¿Eres famosa?". Otras veces me cuentan sus profesores que muchos niños quieren ser ‘famosos’ o ‘influencers’, es decir, persona que gana dinero a base de poner morritos, de mostrar músculos, o de contar sus basuras familiares en revistas cutres o en libros aún más cutres que hay gente que compra para que el famoso rico siga siendo más rico. 

Famosos sin base heroica que sustente la fama. Hubo un tiempo en que los niños querían ser bomberos y las niñas comadronas. Por fortuna, sigue habiendo matronas y bomberos, pero ya no forman parte de la estirpe heroica que debería corresponderles por derecho. Y es que los héroes ya no son famosos y los famosos ya no son héroes. Ni siquiera los héroes antiguos eran heroicos. El héroe no salvaba vidas sino que violaba, mataba, robaba esposas, sacrificaba hijas, hacía de la mentira su mayor cualidad; destruía ciudades con tiernos infantes dentro; se encolerizaba cual niño caprichoso al que le han quitado la muñeca en la que ha convertido a su mujer, o a su amante; se pasaba diez años retozando con ninfas y princesas en islas mediterráneas mientras su legítima tejía y destejía en su larga espera. Los héroes cuya gloria y cuya cólera cantó Homero eran de todo menos ejemplares. ¿Y ahora esperamos, ilusas y cándidas criaturas, que un famoso sea ejemplar? Menos mal que siempre nos quedará Joan Manuel Serrat, que corrigió a Homero, y su Penélope mandó al viajero a hacer puñetas.

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