De rayos y ladrones

Hace unos días Christina Rosenvinge inició una gira para celebrar los 30 años de su disco ‘Que me parta un rayo’, el álbum que –podría decirse– catapultó su carrera en solitario. He podido escuchar quince millones de veces aquel conjunto de canciones: fueron fundamentales en mi pubertad y aún hoy –cosas de señor mayor– las rescato con nostalgia de cuando en cuando. 

Sé que la buena de Christina rehúye de ser ‘la Patti Smith española’, pero por su inteligencia, sensibilidad y composiciones no me parece un símil exagerado. Disfruté mucho de las reflexiones de su libro ‘Debut’ (Random House, 2019), donde dejaba entrever algunas vivencias junto a Ray Loriga o Nacho Vegas (¿quién saldría indemne de estas relaciones?) y considero que su denostada trilogía norteamericana es una obra maestra.

Pienso en los discos que he escuchado hasta la saciedad en los definitorios años de la adolescencia y tendría que nombrar también el ‘Jagged Little Pill’ de Alanis Morissette y –oh, sorpresa– el ‘Dónde están los ladrones’ de la tan mentada estos últimos días Shakira Mebarak. Sí, todos tenemos un pasado. Yo estaba de Erasmus en Alemania, compartía piso con un grupo de colombianos y descubrí en sus letras un desparpajo poco frecuente en el cancionero español. En mi descargo diré que entonces Shakira aún era morena y que en Alemania se pagaba en marcos. Para refrendar mi acusación, "si es cuestión de confesar", también diré que aún hoy sigo desgañitándome cada vez que suena ‘Inevitable’.