La tenacidad del juez Llarena

El juez Llarena, a su entrada al Tribunal Supremo en una imagen de archivo.
La tenacidad del juez Llarena
Oscar del Pozo

Recién celebrado su 55 cumpleaños, Felipe VI presidió en Barcelona este martes la entrega de despachos a los nuevos jueces. El esperado, aunque no por eso menos censurable, desplante del presidente catalán, hace tiempo que ha dejado de ocupar grandes espacios. Lo importante es el mensaje del jefe del Estado, que se dirigió a los nuevos jueces para recordar que son también jueces europeos y que su independencia es fundamental. 

Este mensaje europeísta, que subraya la importancia de la separación de poderes, se produjo en un día muy simbólico. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea se alineó este martes con las tesis del magistrado español Pablo Llarena al fallar que una autoridad judicial, en este caso de Bélgica, no puede denegar la ejecución de una orden de detención. Afecta a Lluís Puig, consejero de Puigdemont en el ‘procés’ y también huido, y al propio presidente, y el TJUE hace una salvedad: que pueda probarse la existencia de "deficiencias generalizadas que afecten al sistema judicial emisor", es decir, de España. La estrambótica reacción de Puigdemont fue celebrar el fallo, con la esperanza de que el juez belga pueda imputar falta de garantías judiciales a un Estado miembro de pleno derecho como el nuestro. La puerta, en efecto, queda abierta, pero el camino de la extradición se allana claramente. La resolución de Estrasburgo es también un varapalo para el mantra de que Europa rechazaba la euroorden a causa del delito de sedición –eliminado con esa excusa–. Nada de esto asoma en el fallo, que es un reconocimiento a la labor tenaz del juez Llarena y muchos otros como él.

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