Sugerente, literaria... compleja nieve
Echaba de menos el frío después de los extremos y prolongados calores veraniegos y ese otoño suave que nos ha acompañado en el final del año que acabamos de dejar. Y el pasado fin de semana en Jaca me harté.
Volví a sentir la heladora sensación en las manos, las orejas y la nariz, que me transportó de nuevo a la niñez de pasamontañas y manoplas de lana tejidos por mi madre. Y las friegas ardorosas llenas de cariño que recibía al regresar a casa empapado y tiritando, pero sonriente y satisfecho, tras disfrutar y sufrir a partes iguales en las batallas campales de bolas de nieve con las que la chiquillería del pueblo saludaba las nevadas en los glacis de la ciudadela, tradición que espero se siga manteniendo.
La nieve es el meteoro probablemente más sugerente. Tal vez por eso alimenta los recuerdos, al menos para quienes tenemos un origen montañés y nos hemos criado entre nevadas que, por otra parte, son cada vez menos frecuentes e intensas. Cuando nieva, los mayores evocamos aquellas de más de medio metro que caían antaño. O las de más de un metro que nos contaban nuestros padres y abuelos, que obligaban a abrir pasadizos a paladas por las estrechas calles. Siempre pendientes de los enormes y peligrosos carámbanos que pendían amenazantes de los aleros y cuyas puntas desprendidas se convertían en improvisados polos que de niños chupábamos, inconscientes, con fruición.
La nieve es tan compleja en su impresión como en la propia estructura de cristales de hielo hexagonal que forma los copos. Puede ser literaria, como se pone de manifiesto en la deliciosa novela de Ros Beret ‘No hay silencio como el de la nieve’. Quienes se hayan parado a escucharla habrán podido comprobar que la nieve amortigua el sonido, provocando una sensación de introspección fascinante. Pero también es peligrosa en su arrebato cuando se manifiesta violenta como ventisca. Forma parte de la molesta faceta con la que se expresan las borrascas invernales que estos días tienen congelada y temblando a media España.
