La decadencia de la exhibición tradicional de cine no la detienen los muchos inventos en imagen y sonido para apabullar al público y retenerlo en las butacas de las salas… que son replicados luego por los fabricantes de pantallas caseras que les siguen comiendo terreno, y a las cuales las plataformas de ‘streaming’ surten con creciente eficiencia.

Los tiempos de la covid han acelerado los cambios de hábitos; con miedos y perezas entre los mayores, dificultando que los más jóvenes se familiarizaran con aquella experiencia.

En años pasados han caído algunos de los cines comerciales con mejor gusto de Aragón. Las posibilidades de asistir a una proyección de estreno en versión original dentro de ese circuito, por ejemplo, son muy limitadas. Pero aún hay muchas plazas fundamentalmente en multicines, sigue programando la Filmoteca de Zaragoza, aguantan varios cineclubes y, distribuidos todo el año y no solo en las ciudades, proliferan los festivales y ciclos, algunos bien pensados, exclusivos por su temática o por cómo y dónde se materializan: Huesca, Retina (ayer presentaba su próxima edición), La Linterna Mágica, Espiello, Ecozine, La Mirada Tabú, Zinentiendo, Zaragoza, Saraqusta, Ascaso, Tarazona, Fuentes, La Almunia, Pirineos Mountain Film, Daroca, muestras de mujeres o sobre derechos humanos… Así que no son pocas las oportunidades de ver buenas películas en pantalla grande.

Ni las de conocer en persona a sus protagonistas, de disfrutar también del color y el ‘salseo’, en esas citas o en las universitarias La Buena Estrella y El Tiempo de las Mujeres (esta tenía ayer a Coixet en el Paraninfo); o en las galas de algunos de los principales premios del país. La pieza de caza mayor, los Goya, se resiste, pero ya se han entregado en Zaragoza los Forqué, en 2018 y 2019, y también van a repetir, el próximo día 28, los Feroz, que, entre decenas de populares invitados, traerán a Almodóvar, y que desarrollan un ciclo previo que hoy reúne aquí a Leonor Watling y Borja Cobeaga.