Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Las reglas de juego son sagradas

Manifestantes invaden sede del poder y la Presidencia de la República en Brasil.
Manifestantes invaden sede del poder y la Presidencia de la República en Brasil.
ANDRE BORGES

Hay disparidad de opinión sobre cuándo terminó la Transición en España. 

Algunos historiadores proponen que la fecha elegida sea la celebración de las primeras elecciones democráticas desde la guerra civil, las de junio de 1977. Otros consideran que debe ser la aprobación de la Constitución, en diciembre de 1978. Hay quien valora la dimisión de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, y su sustitución por Calvo Sotelo, en enero de 1981. También hay analistas que propugnan el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Por último, otra corriente cree que la transición termina cuando se produce la primera alternancia, con la victoria del PSOE en las elecciones de octubre de 1982. Todas las opciones tienen su sentido, pero no cabe duda de que un momento esencial de las democracias es ese en que una fuerza cede lealmente el poder a otra que lo ha ganado en las urnas.

Juan Linz ya apuntó en su libro ‘La quiebra de la democracia’ (1978) que los políticos la debilitan cuando niegan legitimidad a sus adversarios. Lo cierto es que en la última década hemos sufrido una banalización de las reglas del juego democrático. Convertido ya en un ‘tsunami’ de intolerancia y exclusión a niveles que no se veían desde la II Guerra Mundial, el populismo ha cristalizado en el asalto al Capitolio de Washington y en otros actos ilegales protagonizados por los mandatarios de Rusia, Venezuela, Turquía, Hungría... y ahora Brasil, al no reconocer los seguidores de Bolsonaro su derrota en las urnas. El populismo es el signo de los tiempos, es nuestro ‘zeitgeist’.

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