Una bola de cristal para adivinar el futuro.
Una bola de cristal para adivinar el futuro.
nvodicka

En un rastrillo benéfico me hago con un extraño jarrón esférico.

 Al llegar a casa lo desenvuelvo y lo observo largo rato. Es de cristal amarillo y apenas me cabe la mano por su boca. La verdad es que no sirve como jarrón y tampoco como pecera. Pero no puedo apartar la vista de él porque en realidad, ahora que me doy cuenta, es una bola de cristal. ¿Es mejor saber o no saber lo que ocurrirá si el virus vuelve a desbocarse con nuevas mutaciones, tal como ha advertido el prestigioso virólogo Enjuanes? Si hace tres años, cuando la pandemia llamaba a la puerta, nos hubieran dicho lo que nos esperaba, no habríamos podido ni tomar las uvas. Y así, de repente, mirando esa esfera amarilla, me convierto en legataria espiritual de la escritora argentina Silvina Ocampo: «Creo que mi pensamiento, ocupado en adivinar el futuro, tan lleno de imágenes, no podía demorarse en el pasado». Me tomo las uvas con la misma ilusión y la misma aprensión de todos los años. Intento no pensar ni en el futuro ni en el pasado. Destierro el jarrón a una habitación oscura donde no pueda perturbarme. Pero Silvina, que murió en 1993, se ha apoderado de mi mente y me dice que soy como su Magush, el personaje que lee el destino «en los rayos de luz que se reflejan en los cristales de las ventanas del edificio deshabitado que está frente a la carbonería». No puedo evitar asomarme a ver la casa de enfrente. Hay una pancarta que dice «Actuemos por el clima». En la cristalera más alta se reflejan unas preciosas nubecillas tintadas por la luz rosada del amanecer.

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