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  • EDITORIAL

Una violencia inaceptable

Escenario del asesinato de una mujer en Bilbao, el pasado 28 de diciembre,
Escenario del asesinato de una mujer en Bilbao, el pasado 28 de diciembre,
Miguel Toña / Efe

Después de muchos esfuerzos para concienciar a la sociedad, después de reformas legales, medidas de protección y pactos políticos contra la violencia de género, resulta terrible que los asesinatos de mujeres por móviles machistas no solo sigan siendo una insufrible realidad, sino que en este mes de diciembre se hayan convertido en una noticia casi cotidiana. 

El Gobierno, las esferas políticas y la ciudadanía tienen que perseverar y profundizar en las medidas necesarias para proteger de manera efectiva a las mujeres amenazadas y para erradicar las situaciones de discriminación sexista.

Con trece mujeres asesinadas y otras dos gravemente heridas, este diciembre es el mes más sangriento desde que hace veinte años empezaron a registrarse los crímenes machistas. Y con el agravante de que da la impresión de que las muertes se aceleran en estos días de la Navidad. El Ministerio de Igualdad ha convocado una reunión de su ‘equipo de crisis’ y ha señalado que los días festivos son más proclives a los estallidos de violencia en los hogares; y el ministro del Interior ha expresado su frustración ante estos hechos, que desde luego demuestran que las medidas de protección policial para las mujeres amenazadas no están teniendo la eficacia que deberían tener. No cabe duda de que, desde hace ya bastantes años, las instituciones y buena parte de la sociedad española han puesto el foco, al menos en teoría, en la lucha contra la violencia de género. La recurrencia de los crímenes machistas señala sin embargo que las medidas que se toman y la red de protección para las víctimas siguen teniendo demasiadas lagunas. Seguramente, más que nuevas reformas legales hacen falta más y mejores medios. Y persistir en una lucha a la que la sociedad española no puede renunciar, pues está en juego la vida y la libertad de muchas mujeres. Y su propia dignidad como sociedad democrática.

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