La estela del novato

Críticas por la escasez de examinadores tras las últimas jubilaciones en Zaragoza
Críticas por la escasez de examinadores tras las últimas jubilaciones en Zaragoza
HA

No retrata la realidad mi compañía al asegurar que el paso del tiempo me ha ablandado; que ha mutado mi ánimo y me ha entregado un pasaporte de abuelo, carácter que hace creer que se acentúa todavía más en el trato con mis propios hijos. 

Esgrime que he aparcado la firmeza y me he vuelto condescendiente, demasiado comprensivo. Y yo reconozco que a estas alturas, con varias de mis criaturas autodeterminadas y con dos cabezas por encima de mí, no resulta inapropiado atenderles y escucharles, sujeto su argumentario al sentido común –cincelado probablemente en nuestra propia casa–.

Uno procura seguir marcando las normas por las que se rige la convivencia familiar, por más que las pautas merezcan la relajación con la que se viste el transcurrir de los tiempos. Y no dudo que en alguna ocasión un guiño haya sido capaz de hacer tambalearse los cimientos de aparentes sólidos preceptos. Para los que se abre un paréntesis que no va a poner en peligro la ya consolidada normativa de la vida en común.

Le cedo a cambio el beneficio de la duda cuando se refiere a mi trato con los conductores; con los alumnos de autoescuela o los pilotos noveles, esos que, como mi heredero menor, pasean por las calles su etiqueta de principiante. Es verdad que su identificativa marca ‘L’ señala su falta de destreza e inseguridad en el manejo del coche; multiplicada por la actitud de conductores empeñados en atosigar a los recién llegados al asfalto. Suelo preguntarme si el alumno se estará sometiendo a un examen, que no pretendo complicar, o si la bisoñez pudiera cometer por culpa de mi insistencia un error con aroma a disgusto, siquiera leve.

Existe estela de novato en cada faceta de la vida, para las que la inmensa mayoría se muestra comprensivo. Y el error del recién llegado merece una revisión y el sello del maestro en la ruta del aprendizaje. Al fin al cabo, el discurrir a través del que se forjan los perfiles de los profesionales, un contrapeso entre firmeza e indulgencia. Equilibrio que tal vez se convierte en virtud con el paso de los años.

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