Mermado Claustro

Último Claustro del año en la Universidad de Zaragoza
Mermado Claustro
Aránzazu Navarro

Cuentan los viejos del lugar que en tiempos pasados los claustros de las universidades españolas, en general, y la de Zaragoza, en particular, aspiraban a ser lugar de cambios, de transformación, de utopías. 

Dicen que ahí se respiraban sueños, se impulsaban ideales y voluntades para cambiar la sociedad y la propia universidad. Quedan pocos de aquellos ‘intrépidos’ universitarios entre nosotros. Es lo que tiene la vida. Una generación sustituye a otra, sin prisa y sin pausa. El tiempo nos empuja. Convierte lo nuevo en viejo de manera irremediable. Lo más moderno de hoy será antiguo mañana. Pasan las vidas, pasamos las personas. En ese camino nos encontramos, haciendo y también deshaciendo, a veces con criterio y otras sin sentido. Los más se concentran en poner piedras, construyendo edificios, descuidando valores intangibles más difíciles de cultivar. Las universidades, como otras instituciones sociales, cambian, se adaptan, resisten, sobreviven, renquean, se renuevan… salvo que llegue su ocaso.

Si queremos una universidad mejor hay que impulsar, entre otras cosas, el
compromiso, el trabajo en equipo

Quienes vivieron los tiempos de la Transición levantaron buena parte de los pilares de nuestra universidad, imbricada con este Estado social y democrático de derecho nacido de las Constitución de 1978. Algunos soñaban con construir una universidad apasionada por el conocimiento, la justicia e incluso la belleza. Otros sólo querían derrocar a los mandarines dueños de una institución lastrada por un sinfín de dificultades. Casi todos querían conseguir una universidad abierta al mundo, auto-gestionada, capaz de dar lo mejor de sí para hacer la mejor sociedad posible. Aquellas juventudes impulsoras de la democracia española soñaron con dar un vuelco a las estructuras de poder que anquilosaron durante décadas la libertad y la imaginación. Incluso teorizaban eliminando castas y diferencias. Postulaban un ‘cuerpo único de profesores’ que se perdió por el camino… se conformaron con un cambio de élites. No es fácil librarse de las inercias institucionales y de formas de micro-poder que alimentan egos, bolsillos y otras menudencias.

Ahora estamos en otro siglo y en otra atmósfera simbólica. Y se notó en el "mermado claustro" –como dijo el profesor García Blasco– del pasado jueves. Entrada la tarde, desde el estrado, comenzó diciendo: "Mermado claustro, debería haber más gente aquí cumpliendo con su deber y su obligación de representar a los universitarios. Han sido elegidos para eso y tienen que ser responsables". Por un instante, dio la impresión de estar echando la bronca al público equivocado. Hubiera sido mejor dar las gracias a quienes estábamos presentes. O quizá preguntar qué causa esa merma manifiesta. Es un problema. No sirve decir: "Aunque seamos menos o pocos, somos igual de representativos y legitimados para tomar decisiones y para debatir en este foro precisamente del claustro universitario". No es igual y lo sabemos. Es similar al docente que se encuentra con su aula semivacía y pocos estudiantes. Nos toca pensar y actuar.

Cercenar el debate de las ideas aplicando
el rodillo del poder no ayuda a mejorar ninguna organización

El diagnóstico no es inmediato. Tiene varias perspectivas y, por extensión, retos. Uno es la dimisión subyacente, entre otras razones, por sobrecarga de burocracia. Otro es la desafección por el modo de gestión de quienes ven mal y viven peor las diferencias. Cuando no se asume que la diversidad enriquece y el debate ayuda a mejorar, la organización comienza a socavar su presente. El pie izquierdo precisa del derecho para caminar. Si queremos hacer una mejor universidad, se ha de impulsar, entre otras cosas, el compromiso, el trabajo en equipo, pero para ello no basta con aleccionar, ni regañar y menos trapacear. Se puede ganar elecciones, pero con eso no es suficiente. Conviene escuchar y compartir el rumbo para saber a dónde vamos. Quienes gobiernan imponiendo su punto de vista siembran lo que luego cosecharán.

Siempre hay que ser agradecidos con quienes entregan su tiempo por el bien común. [Por cierto, echaremos mucho de menos a Eloy Fernández Clemente]. Eso no es óbice para decir y escribir lo que se ve desde otra mirada. Cercenar el debate de las ideas aplicando el rodillo del poder y no atreverse a más, no ayuda a mejorar ninguna organización. 

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