Por
  • Juan Antonio Ros

Ni indignación ni desánimo

Ni indignación ni desánimo
Ni indignación ni desánimo
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Las instituciones aragonesas y numerosos colectivos andan indignados tras el concurso lanzado por el Estado que ha adjudicado a Sevilla albergar la futura Agencia Espacial Española (AEE), en vez de a Teruel. 

Consideran especialmente insultante que Sevilla haya puntuado también en el baremo de despoblación. Todos lo consideran inexplicable, salvo el consejero Soro cuando indica –apreciación que coincide con mi experiencia– que esta gente de Madrid que toma esas decisiones en general no sabe cómo es España. Viven en su burbuja madrileña y es lamentable que en la Administración central se sea tan ignorante y se ponga tan poco interés en conocer la estructura del Estado, sus regiones y provincias. Sin embargo, aunque Sevilla hubiese puntuado cero en despoblación, que es lo que procede, también podría haber resultado seleccionada.

Hará mal Aragón llevando al Tribunal Supremo la decisión del Estado, malgastando recursos, por la sencilla razón de que Teruel no es el lugar adecuado para alojar la AEE debido a numerosas razones.

Aragón se ha empezado a incorporar al aeroespacio demasiado tarde y de momento solamente de forma testimonial. Hace más de 30 años, tras trabajar varios años en proyectos aeroespaciales para la Agencia Espacial Europea (ESA) y el Eurofighter, intenté encontrar en Aragón un trabajo equivalente, pero nuestra región era un desierto tecnológico ajeno a los desarrollos que se estaban produciendo en Europa y varias regiones españolas. Aquí se vivía cómodamente asentados en la industria del automóvil y la agroindustria. Por ello era muy difícil encontrar interlocutores del máximo nivel a los que exponer planes para incorporar a Aragón al mundo aeronáutico y espacial, tanto civil como militar.

Hubo excepciones notables de gestores con gran perspectiva como Jerónimo Blasco o Santiago Lanzuela, gracias a los cuales pude proponer un proyecto y plan de negocio de estacionamiento y reciclaje de aviones por un lado, y también una hoja de ruta para captar programas de aeronáutica de Airbus, Eurofighter y otros. En aquellos estudios ya mencionaba la importancia de las comunicaciones internacionales para lograr la creación de un nodo potente aeroespacial, tipo Toulouse, a este lado del Pirineo. Tras varios años trabajando intensamente esos planes, todos cayeron en el olvido durante al menos una década.

España entró en el aeroespacio hace unos 50 años, con Madrid y Euskadi a la cabeza, y Cataluña en menor medida. A principios de siglo Andalucía y Castilla-La Mancha por ejemplo partían de cero como Aragón, pero durante nuestra apatía supieron captar todos los nuevos programas que nosotros habíamos identificado primero y para los que Aragón reunía mejores condiciones. Eso fue gracias a que su influencia en el Gobierno Central era mayor, y a la dejadez propia.

No era posible que la Agencia Espacial se ubicase en Teruel, porque Aragón
no ha hecho el esfuerzo necesario para desarrollar un potente sector aeroespacial

Ahora en todas ellas hay unos conglomerados de cientos de industrias que proyectan, fabrican, ensamblan y prueban sistemas de satélites, misiles, helicópteros, aviones de combate y transporte, drones, radares, electrónica, software y tecnologías de última generación. Las Administraciones de esas regiones han contribuido y han propiciado la creación de formación especializada, asociaciones de clústeres, conferencias internacionales, etcétera.

Mientras tanto en Aragón se rescató el proyecto de estacionamiento de aeronaves aunque en vez de implantarlo en Zaragoza, donde se habían conseguido 700.000 m2 gratuitos dentro del aeropuerto, se decidió llevarlo a Teruel por reequilibrio territorial. Y se creó el Centro de Física del Cosmos. Son dos proyectos importantes pero menores en el contexto en el que se valoraba la adjudicación de la AEE.

Alrededor de Sevilla hay 16.000 personas trabajando directamente en este tipo de proyectos, con casi 200 empresas dedicadas al desarrollo real, que requiere investigación aplicada sobre todo en tecnología. En el espacio se distingue entre la ingeniería (que se encarga de toda la técnica de tierra y vuelo, cohetes, satélites, instrumentos, comunicaciones, etc.) y los experimentos científicos que van a bordo (por ejemplo criar plantas en órbita). De la ingeniería aplicada, el núcleo principal, en Aragón no hay presencia mencionable. En contra de lo que declara el director aragonés de investigación, la investigación que se hace en Teruel, con instrumentos especificados pero no diseñados en detalle ni fabricados aquí es importante a nivel científico, pero irrelevante dentro del contexto de la Agencia.

Cuatro de los otros cinco países más contribuyentes a la ESA, tienen sus agencias espaciales en la capital y Reino Unido próxima a Londres, cerca del centro aeroespacial más importante de Bristol (donde trabajé dos años). Todos ellos con vuelos internacionales en la puerta. España hizo bien intentando descentralizar, añadiendo ciudades que pudieran estar conectadas mediante AVE a aeropuertos grandes.

No hay razones objetivas, sino solamente emocionales para insistir en la pérdida de la AEE. Toca seguir trabajando en esta dirección y captar programas, crear masa tecnológica crítica, y optar a las nuevas oportunidades, sin descuidar otros sectores donde Teruel puede ser la mejor candidata.

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