Del Archivo de la Corona de Aragón

Cartela opinión
Cartela opinión
H. A.

El Archivo de la Corona de Aragón (ACA) tiene como núcleo Inicial el Archivo Real (o sea, del rey de Aragón). 

Quedó fijo en Barcelona, debido a su volumen, en unas salas del palacio que allí tenían los monarcas. La sabia decisión la tomó Jaime II, llamado el Justo, en 1318. Creció durante largos siglos y es propiedad del Estado, que lo cuida y administra. No es un archivo catalán, ni de la Generalitat, ni de Aragón, ni tiene por qué estar en Zaragoza, ni fue ‘creado’ por los territorios de la antigua Corona. Se han atrevido a decir tales cosas, hijas de la ignorancia, algunos políticos de aquí y de fuera, con tanta insolencia como insolvencia. La última lideresa lo hizo en Heraldo, el día 8, en su calidad de secretaria general de un partido nacionalista que reclama la autodeterminación de Aragón.

El ACA depende del Gobierno y está servido por facultativos titulados, también aragoneses, por oposición. Así debe seguir.

Tres presidentes de Aragón

El Patronato del ACA es un órgano de cooperación y vigilancia en el que, junto a la Administración central (dos ministerios), se integran vocales políticos y técnicos de Aragón, Cataluña, Valencia y Baleares. Se constituyó de forma simbólica e inútil, por la insistencia del presidente aragonés Marcelino Iglesias ante su correligionaria, la ministra del ramo Carmen Calvo. Fuese y no hubo nada. Su primera reunión de trabajo tendrá lugar el jueves, más de quince años después. Según creencia de muchos, por mérito del presidente aragonés Javier Lambán ante su correligionario (o casi), el ministro del ramo Miquel Iceta. Pronto se verá para qué.

¿Por qué no se reunía, ni se constituía siquiera, el Patronato? Según el Ministerio (el dato es de 2018), porque "la Generalitat nunca ha querido que se reúna, rechazando incluso designar a sus representantes". Eso, sin rebozos, se llama boicot.

El Archivo de la Corona de Aragón, cuya unidad esencial ha de ser preservada, no es de ninguno de sus antiguos territorios ni fue iniciado por ellos, sino por el rey de Aragón

Sondeo al pujolismo

Hay precedentes de que eso ha sido así desde el origen, aunque el público lo ignore. Hace treinta y tres años, el presidente aragonés Hipólito Gómez de las Roces envió a Barcelona a una persona de su confianza con el objetivo de sondear los propósitos del Gobierno de Jordi Pujol sobre el ACA. El enviado se hizo acompañar de un amigo y colega catalán, cuyo padrino de boda había sido Jordi Pujol. Fue un gesto afable, porque el deseo aragonés era de entendimiento. Debían ayudar a ello el sentido común y la ley, puesto que la cooperación en el ACA estaba, y está, prevista en los cuatro Estatutos de Autonomía, que son leyes orgánicas españolas. El consejero de Cultura era un destacado pujolista, Joan Guitart, químico, gestor empresarial y nacionalista exuberante.

La reunión no empezó del todo bien, porque el consejero la inició en catalán. El visitante aragonés, en la misma lengua, le saludó y añadió que, si no era inconveniente, sería más útil y seguro seguir la reunión en español, como lengua común a los tres asistentes. Guitart atribuyó a un despiste su gesto ineducado.

No fue largo el encuentro. Una de las posibilidades planteadas por el interlocutor aragonés fue la opción de que el príncipe de Gerona (entonces Felipe de Borbón), título del heredero de Aragón, aceptase la presidencia de honor del Patronato del ACA para visibilizar la trabazón histórica entre sus componentes. Pero no hubo lugar a casi nada: el consejero vino a decir que era muy dificultoso gobernar un carruaje con cuatro caballos. La respuesta del aragonés fue que, en efecto, era así: pero que los carros potentes y veloces eran precisamente las cuadrigas, si bien necesitaban de un auriga competente con un buen equipo alrededor. El auriga debía ser el Patronato; y el equipo, el ya existente en el ACA, acaso aumentado por el Ministerio o con técnicos autonómicos, como refuerzo cooperativo y bajo su control. Nada que hacer.

Amenaza latente

Atendiendo a los precedentes, el principal peligro ("amenaza", lo ha llamado su penúltimo director, Carlos López) es su descuartizamiento, le desagregación de sus fondos atendiendo a su origen territorial. Es una barbaridad, además de un imposible técnico, por el carácter mismo del archivo, donde casi todo está entreverado y relacionado con casi todo.

Este coloso documental, sin par en Europa que no sea el del Vaticano, sería destruido en su esencia si se llevasen a cabo esos propósitos. Hay, físicamente, en el ACA fondos que no pertenecen al Archivo Real original. Algunos llegaron por cauces institucionales, y otros no haber lugar mejor dotado para acogerlos. Juntos configuran una historia harto compleja y no será prudente modificarla sin necesidad, ni decidir mudanzas que son evitables mediante fórmulas de cooperación que salvaguarden los intereses legítimos de todas las instituciones implicadas. La unidad y el régimen legal del ACA deben preservarse con firmeza y decisión. Si es que llegase a hacer falta.

Mientras escribo estas líneas sobre algo tan relevante para Aragón, me dice Marisa Santiago, su esposa, que ha muerto Eloy Fernández. Le felicité los 80 años el día 13. No podré comentar con él lo que suceda el jueves, en la reunión del ACA. Pero seguiré su ejemplo de tantos años. Estaré vigilante. Eloy no decayó nunca. 

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