Datáfonos en Londres

Datáfonos en Londres
Datáfonos en Londres
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La primera vez que estuve en Londres, hace veinte años, aprecié de su desacomplejada ciudadanía su disposición a ayudar y su vivir sin molestar jamás al prójimo. 

Lo propio de la sociedad en la que nació el implacable individualismo y que ha tenido que desarrollar contrapesos colectivos.

De no ser por esta idiosincrasia, el metro de Londres se me hubiera hecho insoportable, al comprobar que, la que durante los primeros setenta años del siglo XX había sido una obra pública impresionante y a la vanguardia, estaba obsoleta.

Pese a que entonces ya se consideraba un grave problema, durante las dos últimas décadas se han inaugurado unas pocas ampliaciones de líneas y alguna estación de diseño deslumbrante. Por lo demás, las instalaciones, usadas diariamente por tres millones de personas, están peor.

Seguro que el metro de Londres ha incorporado innovaciones en seguridad, o en el control de los accesos, pero cada vez se viaja más aglomerada e incómodamente. Esta brecha entre tecnología y bienestar es un signo de los tiempos, al menos, en ciertos sectores de la vida social. Vivimos una época en la que, tal y como padecemos en España, los avances médicos no aminoran la espera para recibir un diagnóstico.

Por lo demás, siempre que regreso encuentro la Londres libre y multicultural, la ciudad de los mil exilios. En estas fechas, además, estaba navideña y, como allí no era puente festivo, llena de escolares con corbata y uniforme, que casi nunca es de su talla, porque han de crecer, o ya lo hicieron. Como novedad, el mendigo con datáfono. Otro signo de los tiempos.

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