Por
  • Eva Pérez Sorribes

Portazo

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Portazo
Pixabay

La pandemia ha acelerado muchos cambios, pero también ha sido coartada de recortes y derechos. 

Aceleró la transformación digital, que a la vez es excusa para alejarnos, reducir costes y ampliar brechas que ahora son abismos. La Administración es buen ejemplo. Mientras todos hemos vuelto al trabajo, en más de un servicio supuestamente público sigue la distancia ‘on line’ y la exigencia telemática. Tramitar, hoy, una jubilación en las oficinas de la Seguridad Social de Zaragoza se ha convertido en un imposible. Aseguran los responsables que es cuestión de falta de personal y lo solucionan con una cita previa que envía al capitalino hasta oficinas que están 80 km más allá. Pero no sólo ocurre en estas dependencias, y cuando lo puntual se hace general, el fallo ya es estructural y para nada casual. La falta de atención personal y la exigencia cibernética han convertido la Administración en enemigo inaccesible, al ciudadano en mero cliente impotente y al servicio público en un tremendo portazo en las narices. Lo denunció el Justicia de Aragón y lo alerta hasta Cáritas. "Abran la puerta de la Administración", pedía una trabajadora social en la presentación del último informe FOESA sobre pobreza, consciente como era de las oportunidades que se escapan para los que no tienen ordenador, conexión o habilidades para manejarlo. Mucho más entre los más pobres y excluidos. Se irán los virus, pero ha llegado otra enfermedad peor, la desigualdad real que trae el precipicio digital. Abran la puerta, porque cerrada no entrarán patógenos, pero por las rendijas se cuelan males mucho peores.

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