Cuando era pequeña y jugaba con mis primos ya sabíamos todos que el más mayor o en su defecto el más bruto era el que decidía qué era trampa y quién se iba a ir de rositas si pasaba algo. Este viernes Pedro Sánchez ha demostrado que él es quien pone las reglas del juego.

El Gobierno ha presentado las enmiendas para reformar varios aspectos del Código Penal porque le interesa atemperar algunos delitos para que sus socios de ERC sigan garantizándole el respaldo. Y como la foto que salía era tan sumamente fea y grotesca, se ha sacado de la manga un juego de birlibirloque. Pero da igual. Que un Gobierno rebaje las penas por corrupción se nota siempre. Por lo insólito y arbitrario.

Así las cosas, ahora la malversación será menos delito si el dinero no te lo metes directamente en el bolsillo (caso de los políticos del procès y Griñán, entre otros). Estará castigado con penas de hasta tres años de cárcel, que pueden quedar en suspenso con facilidad. Para blanquear lo feo, el Gobierno endurece el enriquecimiento ilícito de cargos públicos. Algo que se ha venido castigando con normalidad cuando se ha podido demostrar.

Y como guinda, Sánchez desbloquea la renovación del Constitucional. ¿Cómo? Pues los candidatos necesitarán menos votos, con que uno saque más que otro bastará. Tampoco hará falta que el TC certifique la idoneidad de los aspirantes.

Cuando era pequeña y mi primo se ponía abusón se acababa llevando una colleja. Faltan cinco meses para votar.