La Buena Estrella
Vivimos en un mundo articulado en grandes metrópolis.
En España, la concentración de la actividad económica, política y cultural en Madrid es abrumadora. Por ello, parece inevitable qué quienes vivimos en ciudades medias nos sintamos periféricos. Las ventajas, plasmadas en productividades más altas, que las economías de aglomeración proporcionan a las empresas que se instalan en estas metrópolis son enormes: proximidad a sus proveedores y grandes mercados o facilidad de acceso a nuevas tecnologías y trabajadores cualificados. En el mundo de la cultura estas ventajas son reforzadas por decisiones políticas. Una parte importante de los presupuestos de cultura de la administración central se destinan a actividades que se desarrollan casi exclusivamente en Madrid y que son de difícil acceso para quienes no viven allí. Pero a veces, y contra todo pronóstico, surgen iniciativas que rompen con esta tendencia. El ciclo La Buena Estrella, organizado por Luis Alegre, es un buen ejemplo. Continuación de otro similar también dirigido por él, llamado Yo confieso, lleva desde 1996 trayendo a Zaragoza a directores, guionistas o actores de películas recién estrenadas. Unas 300 sesiones y más de 700 invitados han puesto a nuestra ciudad en el mapa del cine peninsular. Es una iniciativa pionera, y hasta hace poco inédita en España, que comienza a ser imitada. Sentados en el aula magna del Paraninfo, ese gran faro cultural de Zaragoza, nos sentimos el centro del universo. Esa ambición es la que nos debe acompañar en todas nuestras iniciativas.
