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Cartas al director de HERALDO: De los orígenes de la Constitución

De los orígenes de la Constitución española
De los orígenes de la Constitución
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De los orígenes de la Constitución

Creo recordar que el matemático, filósofo, y pacifista, por más señas, Bertrand Russell dijo que en una democracia hay que estar dispuesto a admitir que uno va a sentirse ofendido en ocasiones por lo que digan o lo que hagan otras personas. 

Sí, uno se sentirá ofendido y, sencillamente, tendrá que aguantarse. Porque en democracia hay que partir de la base de que las personas tenemos ideas diferentes, sentimientos distintos, sensibilidades dispares, y que por tanto lo que a unos les parece bien, a otros les parecerá mal. Creo que cuando, en aquellos tiempos remotos del origen de nuestra democracia, Adolfo Suárez dijo que quería convertir en normal en las instituciones lo que ya era normal en la calle, también estaba incluyendo este aspecto, el de la pluralidad política, social, moral, vital de la sociedad española. Pluralidad incluso de memorias del pasado. Y pienso que ese reconocimiento mutuo, entre unos españoles y otros, de que los demás tienen derecho a pensar distinto, incluso aunque lo que piensen nos parezca ofensivo (y nos tengamos que chinchar) fue el germen inicial del que después pudo surgir el pacto constitucional. La Constitución no nació en un paisaje idílico de armonía social y política. Todo lo contrario, nació entre broncas y trifulcas, entre huelgas y manifestaciones, entre atentados y ruido de sables. Y aun así nació. Y triunfó. Y ha sobrevivido. Hoy, entre otros males que nos aquejan a los españoles y que nosotros mismos nos causamos, me parece que somos muy propensos a rasgarnos las vestiduras cuando algo nos resulta ofensivo o nos parece equivocado. Y enseguida decretamos pena de cárcel o destierro o cosas peores para quien no piensa o habla o actúa como nosotros. Hagamos examen de conciencia cada uno y admitamos, como hizo Suárez, que lo normal es discrepar.

Víctor J. Mazón Uguet. ZARAGOZA

‘Casablanca’ cumple ochenta años

‘Casablanca’, película ambientada en la Segunda Guerra Mundial, sigue estando tan vigente por su temática, el amor en tiempos de guerra. Me atrevería a decir que sus protagonistas, Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, hacen que triunfe por su gran interpretación. Pero lo que realmente es memorable son las frases que siempre recordaremos, algunas de las más famosas de la historia del cine: "Tócala una vez, Sam. Por los viejos tiempos", "el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos", "creo que esto es el principio de una gran amistad". Y el mítico final, "siempre nos quedará París", que le dice Rick a Ilsa para defender el amor por encima de la separación. Ese valor nostálgico de la película vuelve cada vez que la recordamos y escuchamos el tema musical que Sam interpreta ‘As time goes by’ (el tiempo pasa). Felicidades al mayor clásico de Hollywood por esos 80 años.

Gema Abad Ballarín. REUS (TARRAGONA)

Elogio de la memoria

Hasta el siglo VIII antes de nuestra era la escritura alfabética no irrumpió en la cultura griega. En 1250, en su prólogo de ‘Bestiario de amor’, Richard de Fournival, rector de la catedral de Amiens, sugirió que como todos los seres humanos desean adquirir conocimientos y tienen la vida demasiado corta, deben basarse en los reunidos por otros para aumentar el caudal de los suyos. Es cierto que no hemos tenido en los últimos años ministros de Educación medianamente solventes, pero destacan por su mediocridad y sectarismo las dos últimas ministras de Sánchez. La educación actualmente está orientada a las competencias y no a los conocimientos, abomina de la memoria y del esfuerzo. La caída del Imperio Romano de Occidente, siendo emperador Rómulo Augústulo, fue en el año 476, y esta fecha o se sabe o no se sabe. La memoria es nuestra biblioteca particular y la retenemos en nuestra corteza cerebral y es esencial en la educación. Quieren una educación ‘blandiblú’, con ositos de peluche, y quizás nuestros hijos y nietos serán más felices, eso sí, sabiendo menos y olvidando más. Sirva como ejemplo esta jerga, vacua y cursi, del Ministerio de Educación: "Una propuesta competencial, que contempla ámbitos curriculares en la que se trabaja de forma interdisciplinar aprendizajes de varias materias que favorece la codocencia y el trabajo colaborativo del alumnado" (sic). Sin comentarios.

Pedro Morán Salvador. ZARAGOZA

Rotondas: es mejor eliminarlas

Se ha demostrado que las rotondas son un mal invento porque han provocado más accidentes de los que han evitado. Muchos conductores se meten en ellas sin saber quién tiene preferencia o sin respetar a quien la tiene. Una rotonda es una barrera en plena carretera, en la que hay que bajar mucho la velocidad, cosa que no hacen muchos conductores. Algunos, además, se despistan en el momento de salir y salen por otro lado. Una vez que se ha demostrado que las rotondas son peligrosas, ahora se trata de evitarlas, eliminándolas o trazando pasos inferiores y así, además de una mayor seguridad, evitar atascos. A esta eliminación de rotondas se la llama en un periódico ‘humanizar’ la carretera, palabra que me parece un tanto excesiva, pues significa hacer humano, familiar y afable a alguien o a algo. Una carretera, aunque sea sin rotondas, no es posible humanizarla. Sí se la puede hacer más segura o menos insegura.

Martina Pellejero Cuéllar. ZARAGOZA

Vale la pena jugar

Dejando a un lado las protestas, huelgas, políticos maleducados y todas estas circunstancias que nos hacen mirar hacia afuera, me gustaría hacer una reflexión sobre lo rápido que pasa el tiempo. Recuerdo que, en lo que parece no hacer mucho, mi hijo solía acercarse y preguntarme si quería dar un paseo, jugar, ver una película…; lo hacía en momentos en los que yo tenía trabajo, estaba cansado o, simplemente, no me apetecía. No siempre accedí, pero me alegro de haberlo hecho en muchas ocasiones. Ya entonces pensaba que esos momentos no se alargarían hasta que se hiciera mayor. Ahora está en la universidad y ya no necesita tanto que estemos a su lado. Antes de marcharse ya parecía desaparecer por momentos; sí, estaba por aquí, en su habitación, salía a comer, iba a la cocina, preguntaba cuándo cenábamos, o por qué esa comida otra vez, dónde está su ropa limpia… pero, a pesar de parecer no estar, estaba. Debe de ser lo que llaman el ‘síndrome del nido vacío’; dicen que es lo que tiene que ser, pero no por eso te acostumbras y evitas echarlo de menos. Por eso, ahora pienso que hice bien cuando aproveché esos momentos en los que un niño me pidió jugar con él. Lo malo de que el tiempo pase es que hay momentos que nunca podrán volver a repetirse.

Tomás López Agustín. HUESCA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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