Por
  • Manuel Giménez Larraz

Socavando la democracia

XXVI Congreso de la Internacional Socialista (IS)
Socavando la democracia
chema Moya

El paso del tiempo nos recuerda descarnadamente su recorrido, blanqueando nuestro cabello o trazando arrugas en nuestra piel. 

También, con mayor sutilidad y discreción, con una colección cada vez más amplia de ausencias irremplazables que dibujan un entorno menos apacible que aquel en el que hemos aprendido a vivir. Luchamos por adaptarnos, combatiendo contra esa incipiente incapacidad para comprender el mundo que nos rodea y que avanza a una velocidad mayor de la que, a veces, somos capaces de asimilar. Hemos crecido en un tiempo de valores políticos, sociales y cívicos que van desapareciendo, poco a poco, tan inadvertidamente que sólo si miramos hacia atrás, con la perspectiva de los años, conseguimos percibirlo. Del mismo modo que el ojo humano no advierte el lento crecimiento de una flor, somos incapaces de valorar adecuadamente la magnitud de los cambios políticos y sociales que ocurren a nuestro alrededor.

Nadie que haya nacido en el último medio siglo en España ha vivido de forma consciente en un régimen político que no sea el actual y eso provoca que creamos que nuestra democracia es, recordando a Ortega, "tan espontánea y primigenia como la naturaleza".

La conjunción de ambos fenómenos hace que juzguemos con menor rigor comportamientos actuales que están socavando a gran velocidad el sistema democrático español. No contemplamos que eso pueda suceder. Muchos provienen de los radicalismos y extremismos a los que los ciudadanos decidimos libremente darles en su momento un espacio en el escenario político. Pero otros, sin embargo, los más relevantes por su impacto inmediato, los más preocupantes por cuanto incluyen a uno de los partidos que, como el PSOE, ha garantizado durante tantos años la estabilidad de nuestra democracia y nuestras instituciones, son los protagonizados por el Gobierno.

Nuestro Gobierno, condicionado por la mayoría parlamentaria que lo apoya, cuya poca simpatía por nuestro sistema constitucional y por los valores y principios que lo inspiran no ha sido un obstáculo para que Pedro Sánchez los eligiera como socios, ha decidido desdibujar los límites de lo que es tolerable de acuerdo con los parámetros de un régimen liberal occidental y adoptar una serie de decisiones que erosionan gravemente la calidad de nuestra democracia y despejan el espacio de la moderación sobre el que la hemos construido.

Algunas decisiones relevantes del Gobierno presidido por Pedro Sánchez
están erosionando gravemente la calidad de nuestra democracia

Por poner algunos ejemplos, este Gobierno ha acercado presos de ETA a cárceles del País Vasco sin explicar, por supuesto, las verdaderas razones para hacerlo. En su empeño por colonizarlas, ha sumido en el mayor descrédito a instituciones prestigiosas como la Fiscalía General del Estado, el CIS o, ahora, el Tribunal Constitucional, desposeyéndolas de la mínima apariencia de neutralidad que su labor exige. Ha proclamado la creación de un comité científico para la gestión de la pandemia que realmente nunca existió. Ha modificado la tradicional política de Estado con respecto a Marruecos y el Sáhara de un día para otro, sin explicaciones, apartándose del antes inflexible discurso de respeto a los derechos humanos, que, de repente, son pisoteados en nuestras fronteras. Y, en fin, ha reformado, ‘intuitu personae’, el Código penal y la regulación, por ahora, del delito de sedición para asegurarse la aprobación de los Presupuestos del próximo año.

Jamás la supeditación del interés general al interés, no ya partidista –dudo mucho que esto se haga en beneficio del PSOE y de quienes lo representarán en las próximas elecciones municipales y autonómicas–, sino personal, fue tan evidente y obscena.

Una conducta así es sólo entendible si sus protagonistas se sienten políticamente impunes. Y es que la fugacidad de las noticias que son devoradas rápidamente por las siguientes, la extendida plaga de partidismo de venda en los ojos que hace que los ciudadanos aceptemos sin crítica lo que hacen ‘nuestros partidos’ y que denostemos sin medida lo que hacen los otros, y el férreo e interesado seguimiento de sus conmilitones al líder del partido, proponga lo que proponga, provocan que se creen amplios espacios de impunidad política, ampliando peligrosamente el poder de quien los disfruta en perjuicio de todos los demás. "Cuanto mayor es el poder, más peligroso es el abuso" (Edmund Burke).

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