Por
  • Pedro Rújula

Calles

Una terraza de Zaragoza.
Calles
P.P.G.

Desde la pandemia, mi calle se ha convertido en un bar. 

No exactamente en uno solo, sino en una secuencia de bares que recorren la calle desde una punta a la otra. En realidad, no son bares nuevos, solo que desde la reapertura tras la enfermedad salieron a la calle ocupando aceras, plazas de aparcamiento y cualquier espacio disponible donde pudiera ponerse una mesa y algunas sillas. Ahora, cuando han llegado los primeros fríos, y las terrazas ya no están tan concurridas, mi calle tiene también algo de callejón, de callejón trasero donde se acumulan, unas encima de otras, las sillas y las mesas que ya no se utilizan.

Mi calle se ha transformado, y creo que mi ciudad también. Viene esto al hilo de la lectura de un magnífico libro que ha coordinado la historiadora francesa Danielle Tartakowsky titulado ‘Histoire de la rue. De l’Antiquité a nos jours’ que reflexiona sobre los cambios que se han producido en las ciudades desde sus orígenes hasta hoy. En él se defiende que la calle moderna se distingue de la antigua en que se va trazando una separación cada vez más clara entre el espacio público y el espacio privado. La privacidad es una conquista de los tiempos modernos, como había anticipado Benjamin Constant. Y también el resultado del progresivo control de las autoridades sobre lo que sucede en el espacio público. Temo que la ruptura de las barreras espaciales y de las fronteras del ruido que se ha producido en las calles tras la pandemia nos haya alejado del camino de la modernidad.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión