Patricia, María Rosario, Esmeralda, Alicia, Alexandra, Nossa, Hasna, Cristina, Alicia, Gisele, Iris, Tatiana, Raquel, Roclhaya, Carmen... Tenían sueños, ilusiones... hasta que les arrancaron la vida. Sin importar su edad, su raza, su condición social, su tendencia política. Solo por ser madres, esposas o compañeras. Treinta y cinco mujeres y cuatro niños han muerto asesinadas en Aragón desde 2003 en crímenes machistas. De la forma más cruel; asesinadas por personas que tiempo atrás decían que las querían.

Cuando mañana, 25 de noviembre, se conmemore el día de la eliminación de la violencia contra la mujer, nos perderemos en una mar de cifras. Olvidando que tras cada número hay un nombre; y tras cada nombre, una historia a la que se pone fin con una cruel tortura.

Llega el 25-N viciado por una polémica, la de la ley del ‘solo sí es sí’, azuzada por la mala praxis política de dirigentes arrogantes incapaces de reconocer y enmendar errores y de opositores que en poco o nada ayudan. Unos acusan a los jueces de machistas; los otros sugieren que el legislador buscaba rebajar a los violadores las condenas. Los dos mienten, y lo saben; pero interesa más ensuciar el debate, que dar solución al problema. Se toman una pausa para celebrar que España golea a Costa Rica en el Mundial de la infamia. Todos juegan y callan. Catar gana.

Nos merecemos una tregua, al menos un día sin hipocresía. En recuerdo de María Pilar, Ascensión, Angélica, Agniesara, Mercedes, Soraya, María... A las que les robaron la vida.