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Un chaval de Zaragoza

Un chaval de catorce años
Un chaval de Zaragoza
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Escribía unas líneas para este hueco sobre la pasividad que nos azota, sobre ese amorcillamiento que nos impide salir a la calle a protestar porque el mundo se esté cociendo en su propio jugo, porque una guerra nos impida mirar al horizonte con cierta confianza, por el precio de la luz, por el frío que van a pasar en muchas casas, por la subida de la cesta de la compra…

Escribía sobre todo y nada, que es lo que pasa cuando uno no tiene grandes cosas que decir, cuando saltó una de esas noticias que provocan un silencio en la redacción. Un chaval de 14 años resulta muerto en un accidente cuando iba en patinete.

Uno se asoma por un instante al abismo que supone para unos padres tener que vivir algo así, y rápidamente nos afianzamos en el mirador porque el horror es tal que da miedo que pueda atraparnos.

Ni en el bus ni en el tranvía, ni en las tiendas, ni en el ascensor se escuchaba hablar estos días del debate del estado de la Ciudad o de la Comunidad, de la remodelación del delito de sedición a medida de sus socios que prepara el PSOE, de la cumbre del cambio climático o del llamamiento de Xi Jinping al ejército chino para que se prepare para la guerra. Cosas que nos afectan...

Lo que sí se agarraba a las palabras que gotean en las calles, portales, taxis y bares era el pesar de unos y otros, la pena de vecinos desconocidos, pero vecinos al fin y al cabo, por la desgraciada muerte de un chico de 14 años.

Duele lo que nos importa.

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