Por
  • Borja Giménez Larraz

Cuba

Damas de blanco protesta en Cuba
Cuba
Efe

Este verano tuve la oportunidad de viajar a Cuba. 

Fueron pocos días, pero los suficientes para extraer algunas reflexiones. Uno pronto entiende por qué en España prestamos tanta atención a lo que ocurre en América Latina. Compartimos historia, cultura, vínculos afectivos y económicos, y una misma lengua que sirve de puente entre los dos continentes. Esto hace que cuando un español pone un pie en Cuba lo haga con ideas preconcebidas. Las mías eran muchas y no especialmente positivas, pero lo que me sorprendió es que lo que allí encontré era mucho peor de lo que había imaginado.

La llamada revolución cubana, liderada por los hermanos Castro, se hizo con el mando del país en 1959 y estableció una dictadura comunista que se ha perpetuado hasta el día de hoy. Cuba se ha convertido en uno de los más destacados laboratorios de las políticas comunistas y muestra de forma descarnada lo que este tipo de ideología tiene que ofrecer a la humanidad.

El régimen castrista, cuya dictadura ha dominado Cuba desde 1959, ha condenado
a los cubanos a una vida de pobreza y falta de libertades

Un paseo por La Habana deja al descubierto las vergüenzas de un régimen que ha robado a generaciones de cubanos su presente y su futuro. Sus calles rezuman decadencia, las casas se caen a pedazos. Da la sensación de que no se ha puesto un andamio desde 1959. El tiempo se ha congelado desde entonces y la economía parece haber sucumbido a un eterno colapso.

La dictadura comunista quizá ha logrado limar algo las diferencias sociales. Lo ha hecho consolidando una única clase social, la de la pobreza más absoluta, con la excepción, claro, de los dirigentes del régimen. Los supermercados están vacíos, faltan alimentos básicos como queso, tomate o lechuga. Las farmacias están desabastecidas y los apagones debidos a la falta de electricidad son constantes. Comer carne de vaca es prácticamente una quimera y el papel higiénico se ha convertido en un producto de lujo.

Lo peor, lo que a uno le enerva cuando pasea por esas calles, es la conciencia de que esa pobreza, escasez y penuria que inunda Cuba es provocada. El régimen comunista ha aniquilado el deseo y la voluntad de los cubanos de prosperar, de avanzar. Lo tienen prohibido. Han consolidado un sistema que se nutre de la falta de expectativas y devora cualquier esperanza. El régimen les ha condenado a ser pobres desde el día que nacen hasta el día que mueren. No hay posibilidad de desarrollo. Y algo así sólo se puede sostener por medio de una férrea dictadura en la que los derechos individuales y políticos son aplastados.

No hay libertad de prensa ni de expresión. Se encarcela a los opositores y se persiguen las ideas. El uso de internet está enormemente restringido. El país está inundado de propaganda política del régimen y cuando visitas una librería lo único que encuentras son folletines sobre las andanzas del Che y Fidel Castro o ensayos sobre las bondades del comunismo.

Hay que brindar apoyo
y solidaridad a quienes en la isla piden democracia y respeto a los derechos humanos

El 11 de julio de 2021 el pueblo cubano salió en masa a manifestarse en contra de la dictadura en uno de los mayores estallidos sociales en seis décadas. Las autoridades respondieron con represión y detuvieron de manera arbitraria a cientos de personas. Se estima que actualmente hay más de mil presos políticos. La Cuba de las sonrisas, la salsa y los mojitos parece estar hoy enterrada y asoma una distinta, del hastío y del enfado. A principios de este mes de octubre se produjeron nuevas protestas que fueron igualmente reprimidas.

En 2016, la Unión Europea firmó un acuerdo con el Gobierno cubano en el que este se comprometía a avanzar en favor de la libertad y de la democracia. No ha habido avances, ni parecen interesados en que los haya. Hoy tiene difícil comprensión esa tibia posición que ha venido mostrando el Gobierno de España en relación a la situación de Cuba. Un sector del Ejecutivo parece encontrar problemas para condenar y calificar de dictadura al régimen cubano, pero es que el otro lo aplaude y lo justifica. La situación de Cuba no acepta una calculada equidistancia, sino que exige la unidad de los demócratas a la hora de brindar solidaridad y un apoyo decidido y eficaz a todos esos cubanos que hoy piden libertad, democracia y respeto a los derechos humanos.

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