Por
  • Javier Lacruz

La locura de Tintín

Tintín y Milú
Tintín y Milú
AP/Hergé Moulinsart Foundation

Usted ignora que soy el director de un manicomio muy particular: no están locos todos los que entran… pero a los ocho días de un tratamiento especial, ¡se vuelven locos de verdad!". 

Quien así se expresa es el doctor Müller, miembro de una banda de falsificadores de dinero, antes de aplicarle el tratamiento B a Tintín en el álbum ‘La isla negra’, una de las aventuras del joven reportero. Los estereotipos en torno a la enfermedad mental están muy asentados en la sociedad y contribuyen a una imagen distorsionada y estigmatizante de los pacientes. Entre los más frecuentes se encuentran la peligrosidad, la insensatez, la incapacidad, la inocencia… Empero, en la literatura o en las historietas predominan las conductas estrafalarias, ingenuas o risibles.

Hergé, seudónimo de George Remi, no fue ajeno a la mentalidad de su tiempo y tomó la enfermedad mental como uno de los recursos humorísticos de las aventuras de Tintín. Con aciertos y errores contribuyó a divulgar una imagen simpática de la locura y a algunos, como en mi caso, nos llevó álbum tras álbum a interesarnos por la psiquiatría. El personaje de Celestino Panza, un cleptómano inveterado, fue mi primer contacto en papel. ¡Y quién no se ha desternillado con las borracheras del capitán Haddock con whisky Loch Lomond!, ¡quién no se ha partido de risa con los locos envenenados al instante con flechas impregnadas en radjaldjad! El humor es un factor indispensable para la salud mental. Y no implica estigmatizar al loco, a Hergé o a la psiquiatría.

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