Por
  • Jorge Sanz Barajas

Buenos chicos

Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Buenos chicos
Efe

Perplejo no se aclara: ¿Eran menas los jóvenes que se asomaban a las ventanas del colegio mayor (por cierto, más caro que el SMI) para insultar amigablemente a sus amigas? 

¿Eran iraníes integristas las chicas que normalizaban esos insultos? ¿Eran de buena familia y buenos colegios esos palurdos que gritaban el saludo nazi mientras se agarraban el paquete? Le dicen que sí, pero que insultan sin ánimo de ofender. Como amigos. Como camaradas. Como lobos. Y tienen su razón: es tradición, la más grande, la de un machismo que hay que proteger. Requiere sus rituales de ingreso, su sentimiento de grey, el cálido apoyo de la tropa. La razón tiene aquí perdida la batalla. Da igual acusarlos de delito porque la barbarie nace en España con sello de impunidad. No trate de educarlos en la escuela: las familias quieren que sus deseos sean las leyes que nos gobernarán en breve. ¿Leyes de educación?, inadmisible invasión en la libertad de los padres. A ver si no, cómo hacer que su libertad se coma la nuestra. Se empieza por llamar imbécil a un diputado, por ejemplo, y se acaba como se acaba. Sus vergüenzas adolescentes son el precio que pagan por el poder adulto. Padres y padrinos las trivializarán: son buenos chicos, ‘protegen’ a sus hembras, son blancos y cristianos, han ido a los mejores colegios. Se arrepienten, se confiesan y ya: es fácil y barato. Pero Perplejo quisiera reparación para que reconozcan la dimensión de su gesta. Limpiar culos en un hospital público repara mogollón.

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