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  • Ángel Garcés Sanagustín

Isabel II, el misterio de la nada

Isabel II, el misterio de la nada
Isabel II, el misterio de la nada
Heraldo

Una conocida actriz española tuiteó sobre el sepelio de Isabel II lo siguiente: "Se me está haciendo más largo el entierro que su reinado". 

Hay butades que son, en ocasiones, más ilustrativas que algunos sesudos razonamientos. Es lo que piensa una republicana, pero también refleja la forma de entender la monarquía de una gran parte de la sociedad española.

La Corona es un símbolo, entronca con lo intangible. Hace tiempo que se habla de modernizar la Corona, ¿pero en qué consiste modernizar los símbolos nacionales? ¿Acaso tendría sentido modificar el tamaño de las franjas de la bandera, como hacen los clubes de fútbol con las camisetas de sus equipos, para hacerla más novedosa, popular y ‘vendible’? En esa línea, ¿deberíamos dotar a nuestro himno de un toque de reguetón?

El sentido de una monarquía, en un sistema político moderno y democrático, radica en su entronque con lo inmaterial

Una cosa es la transparencia administrativa de las instituciones, que obviamente es necesaria, detallando los gastos de la Casa del Rey o los procedimientos contractuales celebrados, y otra muy distinta es secularizar lo que, desde hace siglos, enlaza con lo inmaterial.

A pesar de mi condición de agnóstico, estoy seguro de que me emocionaré el próximo 12 de octubre, cuando una riada humana acuda a depositar sus flores a la Virgen del Pilar, al igual que aún recuerdo la primera vez que me llevaron mis padres a su Basílica. Estoy convencido de que muchas de las personas que desfilen ese día no repararán en la escultura que presidirá la plaza, porque la imagen la tienen interiorizada.

‘The Times’ definió los más de setenta años de reinado de Isabel II con una frase para la posteridad: "No hizo nada bien en particular, pero todo lo hizo bien". Aunque la sentencia también es una típica manifestación del humor inglés, describe perfectamente el ejercicio de su autoridad. No se entrometió en asuntos políticos, no mencionó ni una sola vez el cambio climático, y mantuvo la cercanía espiritual con su pueblo conservando la distancia física con sus súbditos. Dicho de otro modo, preservó el misterio consustancial a la Corona.

Es muy difícil mantener este arcano en la época de las nuevas tecnologías, cuando hasta el más nimio detalle de una actividad pública queda plasmado en miles de imágenes, tomadas desde cualquier perspectiva.

Su hijo Carlos, que ha tenido toda una vida para prepararse, carece de los atributos regios de su madre. Por ello, no sería extraño que, a pesar de que su muerte ha sido el último gran servicio que la reina ha prestado la Corona británica, el Reino Unido implosione en los próximos años y la Commonwealth se vaya diluyendo como un azucarillo. Carlos III es hijo de su tiempo y nada bueno presagia tal condición.

Además, Inglaterra es la última teocracia de Occidente. El rey es la única y suprema cabeza de la Iglesia anglicana. Las consecuencias de esta condición se aliviaron en el ‘Perth Agreement’, norma que pactaron todos los países que integran la Com-monwealth y que entró en vigor en 2015. Dicho Acuerdo eliminó, como causa de exclusión al trono, el hecho de contraer matrimonio con una persona de religión católica, aunque se mantuvo, por razones obvias, que la religión que profese el heredero ha de ser coincidente con la del Estado.

Puede que la Corona no tenga funciones políticas concretas, pero su peso simbólico supone un valor efectivo para la sociedad

En cualquier caso, resulta paradójico que ocupe esta máxima dignidad religiosa quien hace un tiempo aspiraba a ser el tampón de su amante. Aunque, para otras ‘performances’ destinadas a contentar a algunos insaciables ‘progresistas’, puede ser asesorado por el Jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Los materialistas creen que detrás de los grandes símbolos que jalonan la Historia no existe nada. Y, en un sentido estrictamente prosaico, la razón les asiste. Pero cuando la radicalidad de sus posturas ha desencadenado un enfrentamiento, se han encontrado con la fuerza indomable de la nada. Y aún no han entendido el misterio.

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