Un hombre sin más

'Labordeta. Un hombre sin más' se estrenó el 15 de septiembre.
'Labordeta. Un hombre sin más' se estrenó el 15 de septiembre.
Javier Cebollada / Efe

Cuando uno hace un biopic o una película biográfica sobre un personaje al que ha dedicado años de investigación y trabajo, el riesgo más habitual es caer en la hagiografía.

 En el caso de ‘Labordeta, un hombre sin más’ ese riesgo era evidente: intervenían en la dirección y en el guion dos hijas del biografiado y dos buenos amigos suyos. Era muy fácil, por tanto, ceder a la tentación de convertir al personaje en una leyenda, despojarlo de defectos y tratar de hacer de él un mito. Como si no lo fuera ya, en cualquier caso. Pero el gran acierto de la película, con tener muchos, es la presencia de su mujer, Juana de Grandes, como hilo conductor de la misma, pues ésta, lejos de querer exaltar la figura de su marido, lejos de querer hacer de él un icono de vaya usted a saber qué, con esa entereza castellana suya tan personal, habla de su marido «como un hombre sin más», con sus dudas, zozobras y vacilaciones, con su melancolía y su tristeza, con sus inseguridades. Y confiesa que nunca fue consciente de cuando José Antonio lo pasaba mal, porque él todo se lo guardaba para sí y, tal vez por timidez, nunca compartió sus sufrimientos con ella. Juana lo presenta como lo que fue: un hombre vulnerable y en ocasiones desorientado, al que le costaba decidirse sobre si dedicarse a la enseñanza, a la música, a la televisión o a la política; un hombre, como muchos de nosotros, lleno de incertidumbres. El descubrimiento de ese diario perdido que José Antonio escribió entre 1964 y 1978, con reflexiones y confesiones íntimas que Juana nunca conoció y que ahora ha decidido desvelar, ha hecho de ‘Labordeta, un hombre sin más’ una película emocionante, desgarradora a veces, en la que no hay espacio para la impostura.

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