El futuro de la prensa
Sin haber finalizado aún los estudios de periodismo, siendo alumno de último curso de la licenciatura (ahora grado), uno de los manuales que manejábamos en la facultad tenía por título ‘La crisis de identidad del periodista’, del profesor Carlos Soria.
En aquellos años, la revolución digital solo existía en la mente de unos pocos visionarios y, desde luego, nadie imaginaba la fuerza que adquirirían las redes sociales en la gestión y tratamiento de la información. El título de aquel libro, toda una sentencia, reflejaba una viva preocupación por la condición y el papel de los periodistas. A pesar de convivir con una etapa floreciente para los medios de comunicación, en la que se asistió al alumbramiento de más de un periódico, el devenir profesional era motivo de reflexión permanente.
El análisis sobre el papel de los profesionales de los medios y de las empresas periodísticas no es una cuestión reciente. Aunque no fue hasta 1912 cuando la Universidad norteamericana de Columbia, gracias a una donación de Joseph Pulitzer, estableció en su campus los estudios de periodismo, en los primeros años del siglo XX pronto aparecieron distintas publicaciones en las que se abordaban las inquietudes del sector. En un tiempo donde la intuición y la osadía daban forma a las decisiones, sería la propia actividad profesional, el día a día de las redacciones, la que estableció muchos de los hábitos periodísticos que hoy compartimos. Tal y como explica Vicente Campos en su libro ‘¡Extra, extra!’, «una parte notable de los editoriales y las columnas de opinión de la época se dedicaban a justificar la propia línea editorial y a denigrar las de la competencia y, entre líneas o explícitamente, iban creando un corpus teórico -exuberante y contradictorio- sobre las funciones, deberes y límites del periodismo».
Hablar de periodismo -el mejor oficio del mundo como aseguraba García Márquez-, sobre su influencia y, en especial, sobre aquello que concede solidez y credibilidad a la información, se ha convertido en una ineludible exigencia profesional y democrática. Las sociedades libres demuestran su buena salud con una prensa rigurosa capaz de vigilar y contrapesar al poder. Los medios de comunicación, conocidos como el Cuarto Poder por su capacidad de influencia, atraviesan por múltiples interrogantes que invitan a una necesaria reflexión que anticipe y gestione su futuro. Este mundo globalizado, enfrascado en la superación de la pandemia y zarandeado por las incertidumbres, puede relatarse de múltiples formas, pero todas requieren de un periodismo sometido al compromiso ético que implica informar con calidad.
Sobre estos asuntos, los propios de la profesión y aquellos otros que son objeto de preocupación en un momento de profundo cambio en el sector, se debatirá esta próxima semana en Zaragoza. Mostrar Zaragoza y Aragón en un encuentro que congrega, precisamente, a aquellos que escriben, dirigen y son propietarios de medios de comunicación adquiere la dimensión de una oportunidad única. Del 28 al 30 de septiembre, muchos de los editores y periodistas más influyentes del planeta (hay más de 1.000 inscritos) llegarán a Aragón para convertir a su capital en el epicentro mundial del periodismo. El evento de la WAN-IFRA, una organización que vela por el trabajo independiente y profesional de editores y periodistas, fija un elevado nivel de análisis que aportará buena parte de las claves que servirán de orientación a los medios en los próximos años. Y todo ello ocurrirá en Zaragoza.
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